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«Igual que Tarantino recupera el spaghetti western, algún director español debería reivindicar el cine quinqui». La frase pertenece a Borja Cobeaga y se escucha en 'Navajeros, censores y nuevos realizadores', un documental presentado en el Festival de Málaga. Su autor Rafael Robles, alias Rafatal, nació en 1977, el año en el que la abolición de la censura abrió la veda de las películas sobre delincuentes juveniles del extrarradio. El Jaro, El Vaquilla, El Pepsicolo, El Chino y El Kung-fu nutrían las crónicas sensacionalistas de 'El Caso' y alimentaron el imaginario de cineastas como José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia. Aquellos héroes canallas fueron encarnados en la pantalla por un grupo de actores no profesionales que también provenían del descampado. Todos tuvieron un trágico final.
Los astros del género saltaban de la pantalla a la crónica de sucesos y viceversa. Realidad y ficción se confundían en casos como El Pirri, que apareció muerto a los 23 años cuando tenía pendiente un juicio en el que le pedían dos años de condena por robo con intimidación. O El Torete, alter ego del Vaquilla en la ficción, que murió de sida a los 31 como consecuencia de compartir mil jeringuillas en la celda. La droga hizo estragos hasta en los actores relacionados con el género, como la presentadora y actriz Sonia Martínez, fallecida a los 31 años, y el cantante Antonio Flores, a los 33. Mientras, los delincuentes reales soñaban con la fama de aquellos precoces cadáveres exquisitos: cuando El Jaro murió a los 16 años de un disparo de escopeta en un barrio bien de Madrid, llevaba en los bolsillos recortes con sus hazañas.
«No existe un fenómeno así en ninguna otra cinematografía», constata Rafatal, que descubrió estas películas en los videoclubes y las analizó en su tesis doctoral. «En otros países se hace cine de adolescentes y de delincuencia callejera, pero no con las características de España. Con jóvenes que en algunos casos se interpretaban a sí mismos o a personajes cercanos, con su propio vocabulario. Son un archivo documental de la cara B de la Transición».
El quinqui reinó en las salas de barrio desde 1977, año del bombazo de 'Perros callejeros' –casi 2 millones de espectadores–, hasta 1985, cuando se estrena 'Yo, el Vaquilla'. Tras años de censura, el malditismo lumpen sació el hambre de transgresión del público de la época. El tratamiento de las drogas y el sexo era crudo y novedoso. Casi didáctico. El quinqui se movía entre la admiración y la repulsa. El rostro de El Torete en la portada de 'Fotogramas' simboliza el aura de libertad, rebeldía y erotismo que desprendían estos héroes caídos, surgidos en unos años en los que el país cambiaba de arriba a abajo.
«En España existía un decálogo de temas que no se podían tratar en el cine: violencia, drogas, sexo, delincuencia... Y el cine quinqui los tocó todos», enumera Rafatal. «El que ejerce la violencia no solo es castigado, sino que obtiene el favor del público». Al fugaz star system canalla se sumó una banda sonora indisoluble a las imágenes de los protagonistas metiéndose un pico o haciendo un puente a un Seat 124. «Coger el rock más macarra, más de barrio, y mezclarlo con la rumba: ese fue el verdadero mestizaje», asegura la cantante Alaska en el documental. Los Chichos, Los Chunguitos, Bordón 4 y Las Grecas sonaban en los salones recreativos con serrín en el suelo, en los patios de los bloques de viviendas fruto de los desastrosos planes de urgencia social puestos en marcha en los años 60: San Blas en Madrid, La Mina en Barcelona, Otxarkoaga en Bilbao...
Las estrellas de la sirla y el tirón fueron cayendo una a una por la droga o se perdieron en la cárcel. La televisión y el vídeo doméstico alejaron a los espectadores de las salas de barrio. La ley Miró propició un cine de autor en las antípocas de aquellos productos urgentes con vocación de 'exploitation'. Su legado se detecta hoy en las películas de directores «que las vieron sin prejuicios», apunta Rafatal: Enrique Urbizu, Juanma Bajo Ulloa y, sobre todo, Alberto Rodríguez ('7 vírgenes', 'Grupo 7'). El alicantino Carlos Salado firmaba el año pasado 'Criando ratas', una nueva mirada a los barrios periféricos que supera los dos millones de reproducciones en YouTube. En su reparto encontramos a El Cristo, ladrón desde los doce años y protagonista de un programa de Samanta Villar. Los nuevos quinquis demuestran su estatus con pitbulls y coches tuneados.
'Navajeros', 'El pico', 'Colegas'... Eloy de la Iglesia le descubrió apoyado en la puerta de los populares billares Victoria en el centro de Madrid. Tenía dieciséis años y ya se prostituía. El director zarauztarra le pagó 500 pesetas por sus servicios. Un año más tarde cobraría 300.000 por protagonizar 'Navajeros', según desvela la biografía del actor, titulada 'Lejos de aquí'. José Luis Manzano (Vallecas, 1962) nunca fue al colegio y con 12 años trabajaba cargando cajas en una bodega. Una lesión en la espalda le obligó a vivir durante años embutido en un corsé de cuero. De la Iglesia se lo llevó a vivir con él y lo convirtió en su actor fetiche. El protagonista de 'Colegas', 'El Pico', 'El Pico 2' y 'La estanquera de Vallecas' murió de sobredosis a los 30 años en el piso del realizador. La leyenda dice que durante un viaje a EE UU le ofrecieron una beca para estudiar en el Actor's Studio.
'Perros callejeros', 'Yo, el Vaquilla' El Torete fue tan popular que llegó a la portada de 'Fotogramas': «La revelación de 'Perros callejeros', del calabozo al estrellato», titulaba la revista en 1979. El director José Antonio de la Loma había acudido al Tío Manolo, patriarca del conflictivo barrio barcelonés de La Mina, para encontrar al protagonista de una película sobre El Vaquilla, que no pudo hacerla por ser un pésimo actor y estar casi siempre en prisión. El elegido fue un amigo suyo, Ángel Fernández Franco (Barcelona, 1960), el Trompetilla, desde entonces rebautizado El Torete. A los 15 años ya vivía en la cárcel Modelo. A los 31, justo cuando había rehecho su vida junto a su mujer y su hijo, murió de sida, consecuencia de compartir mil jeringuillas en la celda.
'Navajeros', 'Colegas', 'El pico 2' José Luis Fernández Eguía nació en la UVA (Unidad Vecinal de Absorción) de Pan Bendito en 1965. Su madre le abandonó y se crió con sus abuelos. Apodado Pirri por el jugador del Real Madrid, fue seleccionado en el casting de 'Navajeros' por Eloy de la Iglesia. Durante su rodaje, con 14 años, ya se inyectaba heroína. El Pirri participó en catorce películas: 'Colegas', 'Maravillas', 'La mujer del ministro', 'El pico 2', 'La estanquera de Vallecas'... Hasta pudo desencasillarse del género en 'Sé infiel y no mires con quién' y 'El sur', de Víctor Erice', donde ponía la voz.
Los equipos de las películas sabían que el dinero de su trabajo se lo debían dar a su abuela. El actor se hizo muy popular trabajando en televisión con Fernando García Tola en el programa 'Querido Pirulí'. El Pirri fue encontrado muerto en 1988 en un descampado entre Vicálvaro y San Blas.El cuerpo tenía signos de violencia y una jeringuilla colgando del brazo. Eloy de la Iglesia y la familia siempre pusieron en entredicho la autopsia que le practicó el médico forense, el célebre doctor Cabeza. Tenía 23 años.
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