'Handia' agiganta su leyenda

Una pequeña productora donostiarra, ajena a grandes grupos de comunicación, ha obrado el milagro de figurar entre las películas con mayor número de Goyas ('Mar adentro' encabeza la lista con 14, seguida de 'Ay, Carmela' con 13). 'Handia' narra una historia mítica que sin embargo es real, la del Gigante de Altzo. Apuesta al mismo tiempo por la sugerencia y el espectáculo de época (luce muchísimo más cara que sus 3,5 millones de presupuesto). Habla del fin de un modo de vida -el caserío- y de cómo la leyenda acaba por superponerse a la realidad. Es un ejemplo de talento y constancia por parte de unos cineastas que ya hicieron historia con 'Loreak', la primera película en euskera que representó a España en los Oscar.

Eneko Sagardoy, protagonista de 'Handia', se alzó con la estatuilla a mejor actor revelación por dar vida al Gigante. Este durangués de 23 años, con el mismo representante ya que Penélope Cruz, tiene ante sí un carrerón. «Ay, amaa, ay, amaa...», acertó a decir al subir al escenario. Bromeó al citar a su hermano gemelo, que le acompañaba en el patio de butacas -«el más guapo del mundo»-, y dedicó su galardón «a cualquiera que no se sienta entendido, va por esas identidades incomprendidas y esos cuerpos raros».

Isabel Coixet no las tenía todas consigo, pero al final se llevó tres Goyas: mejor guion adaptado, dirección y película. Rodada en inglés, 'La librería' cuenta cómo una mujer se enfrenta a las fuerzas vivas de un villorrio sin más armas que la cultura. El cine español recompensa a una directora que ha sufrido hasta ataques verbales en la calle por posicionarse en contra del 'procés'. Su gran rival, 'Verano 1993', también consigue tres Goyas, entre ellos el de dirección novel para su joven directora, Carla Simón, de 31 años. Tenía tres años cuando falleció su padre y seis cuando lo hizo su madre. Ambos de sida. Su ópera prima bucea en su dolor para ofrecer una luminosa historia de asunción del duelo. Al recoger el Goya a la mejor dirección novel, Simón recordó emocionada a las personas que hoy viven con el VIH: «No pasa nada por vivir con el VIH».

Apenas se vieron abanicos rojos en la alfombra roja, pero las reivindicaciones por la igualdad estuvieron todo el tiempo sobrevolando la gala en forma de chistes y preguntas de los presentadores a los invitados. A Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes les quedaron demasiado grandes los Goya. La brillantez que acostumbran a demostrar en sus monólogos se esfumó ante el reto de conducir tres horas de espectáculo. No hubo ritmo en sus apariciones ni en los vídeos. De un humor blanco se pasaba al golpe escatológico de una vomitona. No eran los cómicos idóneos para un espectáculo que se dirige a un público muy amplio. Menos mal que, como ganó tanto vasco, los discursos fueron breves.

Los premios de interpretación estaban cantados. Nathalie Poza se llevó el Goya a la mejor actriz protagonista por 'No sé decir adiós', donde asistimos al resquebrajamiento de una ejecutiva cocainómana obligada a reencontrarse con su padre. Poza alabó un oficio «que le había salvado la vida». Javier Gutiérrez vira del patetismo a la psicopatía como aspirante a escritor en 'El autor', la gran perdedora de la noche. Dedicó su cabezón a los actores sin trabajo.

Nora Navas, vicepresidenta de la Academia -la presidenta Yvonne Blake todavía convalece de un ictus- recordó al ministro de Cultura que «la industria del cine genera aquí sigue generando riqueza para el Estado, recaudando bastante más dinero del que recibe». «Y también sigue ahí el IVA, al 21%, a pesar de las promesas y anuncios oficiales de que bajaría». Navas prometió que la Academia de Cine será una referencia en términos de igualdad. «Derrotando la superioridad de género derrotaremos el monstruo de la violencia contra las mujeres. Y debemos lograrlo todos juntos. Todas, juntas».