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Solo ha firmado tres largometrajes en 58 años de carrera. Tres obras maestras. Víctor Erice (Carranza, 1940) es el Salinger del cine europeo, un director ajeno a las modas y la industria, reacio a conceder entrevistas, que lleva desde 1992, cuando estrenó 'El sol ... del membrillo', apeado de los circuitos comerciales de exhibición. Desde entonces, el autor de 'El espíritu de la colmena' únicamente ha rodado cortometrajes o piezas breves para filmes colectivos. Ha cambiado las salas de cine por los museos.
Ahora, el director español vivo más reputado entre los críticos de todo el mundo estrena a los 79 años su nuevo trabajo en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Su director, Miguel Zugaza, y el programa de videoarte y creación digital de la Fundación BBVA le dieron carta blanca para que rodase lo que quisiera. Erice se subió a la cima del monte Agiña, en Lesaka (Navarra), y plantó su cámara frente a la estela funeraria de Jorge Oteiza dedicada a Aita Donostia y la pequeña capilla a su lado obra del arquitecto Luis Vallet de Montano.
El resultado, 'Harria eta zerua. Piedra y cielo', se puede disfrutar desde mañana y hasta el 1 de enero en una sala completamente a oscuras, sin sillas, que invita a sentarse en el suelo y sumergirse en las fascinantes imágenes del autor de 'El Sur'. Dos pantallas de ocho metros enfrentadas se alternan las proyecciones. Un contador de tiempo en la puerta indica cuándo entrar en la videoinstalación: aunque carece de argumento, Erice prefiere que se vean sus 17 minutos como una película con planteamiento, nudo y desenlace.
Los primeros once minutos, 'Espacio día', arrancan con el amanecer y concluyen con el 'Andante doloroso', la última composición para piano de Aita Donostia. Erice se detiene en mostrar la pieza de Oteiza, erigida en la cumbre del Agiña por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en 1959, un emplazamiento donde se alternan naturaleza y presencias megalíticas. Cambio de pantalla y llega 'Espacio noche', seis minutos que se cuentan entre lo más bello rodado por el genio de Carranza, que funde el cielo estrellado y la mole de Oteiza con la luna en su interior. «Si preguntáis por mí, yo estaré mirando», concluye un poema del escultor.
Erice, que este miércoles hablará sobre el proceso de realización del filme en una conferencia en el museo (19 horas), reconoce que ascendió el Agiña «con todo el equipaje» de su conocimiento y admiración por la obra del escultor. Aunque no fueron amigos, le trató en Irún, cuando el artista vivía con Néstor Basterretxea, y posteriormente en Madrid, cuando Oteiza intentó dirigir un largometraje experimental titulado 'Acteón'. «Subí al Agiña de la mano de Oteiza y me encontré con la piedra y el cielo», cuenta el director. «Aquel paisaje se eligió por su valor simbólico, por la presencia del hombre que nos precedió».
Erice recordó al niño lleno de miedos que fue Jorge Oteiza, «que se escapaba de la violencia del mundo refugiándose en los huecos que dejaban las carretas que retiraban arena de la playa de Orio». Desde allí miraba al cielo y adelantaba la poética de «un soñador para un pueblo, que tuvo la voluntad de estetizarlo todo: la vida pública, la política...». El director de 'Piedra y cielo' reivindica la faceta de poeta de Oteiza, cuya obra la compara con la de Unamuno y Blas de Otero. «El gran tema de la poesía es el tiempo de los orígenes, el tiempo no cifrado».
Y en esa «contradicción moderna entre la Historia y la poesía» nos encontramos con los desperfectos en la estela de Oteiza causados en 1992 por un autodenominado 'Comando Aralar Cultural'. El escultor Koldo Azpiazu fue considerado protagonista intelectual del atentado y denunciado por su maestro, aunque despues Oteiza se declaró irónicamente autor de los daños. Son las «huellas de la Historia», según el cineasta, que con esta videoinstalación salda «una pequeña deuda» con el Museo Oteiza de Alzuza, que en el centenario del artista le encargó un documental que no pudo llevar a cabo por compromisos de trabajo.
Erice ha cultivado la videoinstalación en los últimos años para centros como el Pompidou de París, el CCCB de Barcelona y La Casa Encendida de Madrid. Su obra 'Correspondencias' contenía un intercambio de material creativo –fotografías, cartas, vídeos– con el director iraní Abbas Kiarostami. En 2013, realizó por encargo de la Fundación Ciudad de Guimaraes, capital cultural europea en 2012, un episodio de la cinta colectiva 'Centro histórico'. Su episodio de 37 minutos, 'Vidros partidos', colocaba frente a la cámara a los trabajadores de una fábrica textil cerrada desde hace años. La memoria obrera constataba que el viejo capitalismo cede el paso a nuevas formas de explotación.
«Desconfío de las etiquetas», explica el ganador de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián en 1973 con su deslumbrante debut, 'El espíritu de la colmena'. «Con la invención del vídeo, los cineastas entramos en los museos, espacios públicos en los que encuentro unas condiciones de libertad e independencia que no se dan con las corporaciones televisivas, que hoy dictan qué cine se hace». A Erice le gusta trabajar «liberado de argumento y literatura» y hacerlo por encargo. «Me obligan a salirme de mí mismo. Ir a lugares que no conoces y asumir la cultura local hacen que te abras al mundo. Las obras son mejores cuando viajas».
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