«Criticar a tu país ahora es antipatriota»
David Trueba - Director de cine ·
En 'Casi 40' recupera a los actores de su ópera prima veinte años después y los embarca en una agridulce road movieSecciones
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David Trueba - Director de cine ·
En 'Casi 40' recupera a los actores de su ópera prima veinte años después y los embarca en una agridulce road movieDavid Trueba (Madrid, 1969) regresa cuatro años después de los seis Goyas de 'Vivir es fácil con los ojos cerrados' con una película que ninguna televisión ha querido producir. «Otras veces me he peleado con ellas para sacar adelante un proyecto, pero esta ... vez ni lo intenté», reconoce. 'Casi 40' recupera a Lucía Jiménez y Fernando Ramallo, los actores de su ópera prima, 'La buena vida' (1996), y los embarca en una road movie por la España de provincias. La actriz da vida a una cantante retirada, que acepta la oferta de un antiguo amor de juventud para subirse de nuevo a la furgoneta y dar bolos por librerías.
– Regresa tras el éxito de 'Vivir es fácil con los ojos cerrados' con una película que ninguna televisión ha querido producir.
– Las televisiones tienen muy claros sus objetivos. Otras veces sí que me he peleado con ellas para sacar adelante un proyecto, pero esta vez ni lo intenté. Las cadenas tienen muy definido su modelo de películas, y no me parece mal. Sobre todo en las privadas, que hacen un esfuerzo empresarial y mediático, que deja una competición paticorta para los demás. El problema es cuando no quedan otras ventanillas a las que acudir. Hay una situación casi monopolística, con su pequeño rasgo solidario en la televisión pública.
– Se cansó de esperar.
– Yo tiro por la calle de enmedio, no soy partidario de la queja sino de avanzar por un camino con el tiempo limitado. Quería revitalizar las carreras de Lucía y Fernando, estar con ellos y darles una nueva oportunidad. La hicimos por el lujo de hacerla, sin saber si se iba a estrenar. Ahora tiene gracia la normalidad del día del estreno, como si todos silbáramos la misma melodía...
– Usted les sacó del instituto cuando eran adolescentes hace veinte años para convertirles en actores. ¿Se siente responsable de cómo les ha tratado la vida?
– No. Yo les insistía en que 'La buena vida' era una aventura ocasional y que después regresarían a su vida. A la tercera semana del rodaje se me acercaron en la comida y me confesaron que habían decidido ser actores. Me eché a reír y les dije que ellos sabrían. El de actor es un oficio muy inestable que depende del capricho ajeno. Ellos tuvieron suerte y trabajaron mucho durante un tiempo. Sobreviven. Cuando me dijeron que llevaban una década sin hacer cine... Eso sí, el primer día que les ví a través de la cámara supe que el favor me lo hacían ellos a mí. Siempre se lo agradezco a los cómplices de las locuras, como Jorge Sanz, cuando rodamos la serie. O 'Madrid 1987', que la pudimos hacer gracias a José Sacristán y María Valverde. Si nos suicidamos de vez en cuando en esta profesión, ¿qué somos?
– ¿'Casi 40' es una película de perdedores?
– No, es de gente normal. La gente normal en la España actual es la que necesita para sobrevivir un contexto normalizado de clase media, se dediquen al mundo del arte o a sus propias vivencias. Si la clase media se resiente, su retrato parece de perdedores. En el mundo del arte es la gente que sobrevive sin enormes éxitos, pero haciendo lo que le gusta. No todo el mundo puede ser Beyoncé o los chicos de 'Operación Triunfo'. Hay gente que toca muy bien, que antes vendía 30.000 discos y ahora ninguno, porque ya nadie compra discos. Yo tengo amigos que dan conciertos en sitios pequeños, se hacen muchos kilómetros para cobrar 200 euros. Y siguen sintiendo que viven de la música. Eso es para mí la clase media. Maltrechos, sí, pero no perdedores, porque rechazan la resignación.
– Lo que sí desprende la película es el desencanto de una generación cercana a los 40 años, que ha sufrido la crisis y la precariedad.
– Sí. En cualquier historia es necesario un grado de insatisfacción en los personajes. Ellos están en dos peleas, la de su peripecia profesional y la sentimental. Ella ha sido más pragmática y él sigue creyendo que en el pasado está la respuesta al presente, lo que es siempre un error.
– Reivindica las librerías, los periódicos de papel, ser feliz con tu trabajo. Habrá quien le llame 'viejuno'...
– Es un término que ha tenido éxito, como otras descalificaciones a la gente con cierta cultura: 'cultureta', 'gafapasta', 'buenista', 'progre'... Los jóvenes siempre se suben al caballito de la modernidad, del que asegura ser el moderno. Y nada más antiguo que un moderno de hace dos años. Yo no he rechazado la tecnología, sino fuera por ello no podría haber hecho esta película. Yo la utilizo para mis fines, no dejo que ella me utilice a mí. Procuro contribuir lo menos posible al monopolio de tres o cuatro empresas 'modernas' que han decidido apropiarse de toda la comunicación en el mundo. Siempre digo que hay que tener cuidado, porque si no hubiera habido un señor que pintó unos bisontes en la roca de Altamira y eligió la fisicidad, a lo mejor no tendríamos hoy un rastro de su paso por el mundo. Desconfío de aquello que no deja un rastro físico. No querréis un mundo nuevo cuando el mundo sigue siendo totalmente dependiente de lo biológico, aunque nos digan que la felicidad la vamos a encontrar en una representación, en una parodia de la vida representada con fotos de nuestros pies en la arena de la playa, siempre felices.
– Vamos, que no le veremos colgando fotos en Instagram.
– Vivimos en unas dictaduras del gusto en casi todo. Hoy veía en televisión un reportaje irreal sobre música, porque un músico solo puede ser el que participa en un concurso. Y no, un músico es un señor que está en su casa e intenta expresar aquello que lleva dentro por medio de la música. Y así en todo. Pero mi rebelión no es dramática, ¿eh?, no me siento angustiado ni acosado. Solo admiro cierta resistencia, cierta impertinencia. Y esta película es impertinente.
– ¿Por qué ambienta 'Casi 40' en esa España de provincias de la que no se habla?
– No recibo dinero de las diputaciones para mostrar su belleza monumental. Me interesa que en esas ciudades hay un librero, un tipo que da conciertos. No todo son las grandes capitales. Los americanos lo muestran constantemente en sus películas y nos han convencido de que Wisconsin es una provincia de nuestra mente. Nosotros hemos sido incapaces de saber qué hay más allá de nuestros grandes ciudades.
– ¿También es una impertinencia mostrar un país donde se roban las pilas de los mandos a distancia de los hoteles?
– Sí, el país siempre hay que elogiarlo y decir que es maravilloso, porque como han nacido aquí todos somos geniales. Ahora se entiende la crítica como antipatriotismo. Lo nunca visto.
– Usted tiene 48 años. ¿Cómo sería la película de 'Casi 50?
– Más plácida que esta. Por eso les elegí a ellos, que han visto perjudicada la posibilidad de tener estabilidad laboral acorde a su vocación y de fundar una familia. Tiene mucho más mérito lo suyo que lo nuestro. Contradigo a mucha gente que siempre se considera la víctima.
España (2018) Director: David Trueba. Reparto: Lucía Jiménez, Fernando Ramallo. 87 minutos.
'Casi 40' habla de esas pequeñas librerías que mantienen viva la llama de la cultura en muchas ciudades. Transcurre en carreteras comarcales y hoteles modestos, en una España de provincias –Segovia, Burgos, Plasencia– que parece detenida, lejos de prisas y competiciones. Sus dos protagonistas están a punto de cumplir cuarenta años pero parece que hayan vivido ochenta. Ella renunció a sus sueños de cantante y a las noches bohemias para fundar una familia burguesa; él sigue viviendo de las rentas de la nostalgia y el pasado, incapaz de superar el primer amor, que como cantaba Rod Stewart es el que deja el corte más profundo.
Suenan varias canciones completas en boca de Lucía Jiménez en esta agridulce road movie, que certifica el desencanto de una generación cercana a los 40 que se adivina sin futuro. David Trueba no es cruel con sus personajes, pero sí con un paisaje de fondo desesperanzado y amargo, un país en el que los mandos a distancia de los hoteles no tienen pilas porque las han robado. «La gente va al gimnasio pero no lee un libro o un periódico en su puta vida», suelta el personaje de Fernando Ramallo en una película autoconscientemente 'viejuna', con diálogos que a veces rechinan por literarios, pero que rezuma sabiduría y humanismo por los cuatro costados.
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