Crítica de 'Thor, Love and Thunder' (2022): El dios de la parodia

Si prestamos atención a los créditos de 'Thor: Love and Thunder' veremos que en ellos se cita la contribución del historietista Jason Aaron al arco de los personajes protagonistas de esta secuela que recoge los frutos de 'El mundo oscuro' y 'Ragnarok', pero conviene acreditar ... también a los autores de la imagen de un dios del trueno fuera de forma que conocimos en 'Vengadores: Endgame' porque sobre ese pilar Taika Waititi construye la sesión/secuencia de crossfit que articula el primer tercio del metraje, marca el tono de ingravidez dramática de la película y nos anuncia que toda ella será un carrusel de gracietas, réplicas y contrarreplicas hilvanadas por una trama aventurera que es casi tan molesta y accesoria para los brindis cómicos del primer plano como el personaje interpretado por Christian Bale. Cierto que a los superhéroes mucha veces les hemos pedido que aflojasen un poco su pomposidad shakesperiana, pero para desmitologizar a través de la parodia y la ironía es necesario haber cimentado antes la base de unos personajes a los que Waititi no les aporta nada. Tampoco anda muy fino en la concepción de una puesta en escena en la que cualquier amago de plasticidad queda embarrada por una lamentable relación entre los entornos generados digitalmente y una profundidad del plano que hace buena la fotografía de subproductos tipo 'Kung Fury', de David Sandberg.