Crítica de 'Sorry we missed you' (2019): No existe el mañana

A estas del partido dudo que exista alguien en este mundo que vaya a ver una película de Ken Loach sin saber bien a lo que va porque el suyo es ya un cine esencialmente sadomasoquista que aprieta y escuece para provocar un dolor tan placentero como exculpatorio para la mala conciencia burguesa. En sus sesiones de tortura de filiación marxista Loach siempre va flanqueado por Paul Laverty, el guionista que afila los textos con los que el director británico aprieta las clavijas de una sociedad torpedeada por la crisis sistémica.

Con la pantalla fundida en negro, y antes de que el proyector alumbre la primera imagen, un diálogo sencillo y directo resume a la perfección el sistema esclavista que sustenta el negocio de las plataformas de comercio online. La fuerza trabajo son ahora colaboradores, falsos autónomos en los que las empresas de distribución derivan toda la responsabilidad, obedeciendo a un modelo de explotación franquiciada que busca eliminar la figura del trabajador por cuenta ajena maximizando así los beneficios de sus accionistas. Pero la diana de Loach no se posa únicamente en el capitalista si no en la degradación moral de los consumidores corrompidos por un círculo vicioso del que la mayoría seremos víctimas tarde o temprano.

Como de costumbre, Loach y Laverty escogen a un familia obrera inglesa para ejemplificar el martirio de la clase trabajadora, haciendo especial hincapié en la crisis de los cuidados sobre el que alertan economistas feministas como Amaia Pérez de Orozco. El director de 'Yo, Daniel Blake' y 'Mi nombre es Joe' no se anda por las ramas y apela al didactismo cinematográfico para encadenar escenas en las que madre e hija repiten sumisamente un mismo patrón: ellas son el último eslabón de la cadena, las que con su dolor y sufrimiento ata los lazos de una familia unida en el amor y la desesperación.