Crítica de 'El silencio de la ciudad blanca' (2019): Cuarto milenio

Tampoco los protagonistas salen mejor parados, porque ni Javier Rey ni Belén Rueda consiguen romper el molde de los estereotipos, un castigo que se multiplica en el caso de Àlex Brendemühl. Mitad Hannibal Lecter mitad tertuliano de 'Cuarto milenio', Brendemühl carga con la responsabilidad de mantener en tensión la finísima capa de ambigüedad y misterio que rodea la trama previa al desenmascaramiento de un serial killer que ha despertado de su letargo para sembrar de cadáveres la almendra medieval de Vitoria. Sobran personajes, cameos y situaciones pero la necesidad de justificar el gancho mediático del reparto y la fidelidad a una novela que en su adaptación traiciona el espíritu del texto original de Eva García Sáenz de Urturi (pensado en imágenes y ejecutado con la admiración puesta en la calidad literaria de 'El código Da Vinci') congestionan una narración obsesionada con la posibilidad de que sus espectadores pierdan el hilo.

A cada secuencia intrigante y confusa le sucede una escena aclaratoria que subraya en rojo todas las soluciones posibles, redundando así en un modelo de cine idiotizante que cita de memoria el canon fincheriano pero no tiene reparos en mostrarnos el contenido de la caja con la que Kevin Spacey encendió la ira de Brad Pitt, en la que probablemente sea la película marco que ha inspirado la estética de un thriller excepcionalmente fotografiado por Josu Inchaustegui.