Crítica de 'Prisioneros de Ghostland' (2021): Ida de olla
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Tendría que hacer un cribado exhaustivo de su extensa filmografía, pero hasta donde alcanza mi memoria diría que esta es, si no la primera, sí al menos una de las pocas películas de Sion Sono estrenadas comercialmente en España, porque aunque el director de 'Suicide ... Club' y 'Antiporno' goza de una base de espectadores muy fiel que se concentra, principalmente, en el circuito de festivales, no está en su hoja de ruta la posibilidad de acceder a un mercado más amplio, y menos aún sacrificar alguno de sus rasgos 'autorales'.
Sono es exceso y sublimación de lo bizarro y quizá por esa razón ha elegido convertir a su admirado Nicolas Cage en el instrumento para regurgitar un mundo interior donde se mezclan 'cyberpunk', imaginarios postapocalípticos y un erotismo de lo grotesco batido por la violencia extrema. Al igual que Takashi Miike (véase su particular interpretación del clásico de Sergio Corbucci en 'Sukiyaki Western Django'), Sono fusiona dos géneros tan próximos como el cine de samuráis y el spaghetti western antes de arrojarlos al interior de una estructura inequívocamente carpenteriana. Con Cage en modo Snake Plissken atribulado, y con cierta querencia romántica, Sono tiene ganada una atención que se va diluyendo a medida que la película se revela como un vulgar vómito de referencias llamativas más aburridas que provocadoras y desatadas.
Japón. 2021. 103 m. (16). Ciencia-Ficción.
Director: Sion Sono.
Intérpretes: Nicolas Cage, Sofia Boutella, Ed Skrein.
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