Crítica de 'Miguel Ángel (El pecado)' (2019): El tormento y el éxtasis
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Miguel Ángel vive momentos de tormento y de éxtasis propios de su genio creativo, al tiempo que dos familias nobles rivales se disputan su lealtad. Esta se pone a prueba cuando accede al papado León X, de la familia Medici, y le encarga un proyecto ... muy lucrativo: la fachada de la basílica de San Lorenzo. Si todo ser humano debería admirar alguna creación artística antes de morir, sin duda uno le recomendaría visitar la monumental Capilla Sixtina, en el Vaticano, que quedará como un legado eterno al mundo. Fue creada en 1508, cuando la juventud de Miguel Ángel era una gran tempestad, atravesada, a rachas, por soles cegadores.
Ambientada con todo lujo de detalles, la película del autor de 'Runnaway Train' (1992) describe los duelos entre clanes papales rivales, sin olvidar el contexto social de una época convulsa, sumida en profundas transformaciones. Por su parte, el actor Alberto Testone da vida a un potente Michelangelo Buonarroti, que en su indomable búsqueda de la perfección le llevó a extremos alucinantes, incluso para su propia vida. Porque Miguel Ángel fue un auténtico creador artístico, al que debemos acercarnos siempre sin temor, ya que su arte sabe dar forma a la verdad y a la belleza, completando la vida, combinando impresiones, realzando los días.
Italia. 2019. 134 m. (12). Drama.
Director: Andrei Konchalovsky.
Intérpretes: Yuliya Vysotskaya, Orso Maria Guerrini, Alberto Testone, Jakob Diehl.
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