Veinte años antes de que Walter Adolph Georg Gropius abriese al público la escuela que sería la cuna del movimiento Bauhaus, y diez años después de que Fritz Mackensen, Hans am Ende y Otto Modersohn inaugurasen la Colonia de artistas de Worpswede (Baja Sajonia), Henry ... Oedenkoven e Ida Hofmann compraron los terrenos circundantes a un pequeño promontorio en la comuna de Ascona (en el cantón suizo de Tesino) como paso previo a la fundación de la Cooperativa Vegetariana Monte Verità, una zona cero de la contracultura por la que desfilaron figuras como Mary Wigman, Hermann Hesse, Carl Gustav Jung o Mijaíl Bakunin atraídos por la radical oposición de sus habitantes a la hipocresía de la moral burguesa y a la servidumbre de la propiedad privada.
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Un episodio como el de Monte Verità era demasiado jugoso como para no contarlo, el problema era y es de qué manera articular su historia sin caer en las trampas del sensacionalismo o la mera acumulación de anécdotas, y así nace el personaje ficticio de Hanna, una joven madre que huye de sus responsabilidades sociales para refugiarse en la montaña utópica de Monte Verità. La fascinación por la modernidad, que cae sobre ella como un torrente, en tensión constante con el pasado que ha dejado atrás, es el fundamento de este tibio manifiesto feminista que parece lejanamente inspirado por la biografía de Paula Becker.
En cines. Suiza. 2021. 116 m. (12). Drama.
Director: Stefan Jäger.
Intérpretes: Maresi Riegner, Max Hubacher, Julia Jentsch.
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