Crítica de 'Emily' (2022): Hijas de los páramos

Cada vez que la actriz, escritora, directora y guionista Frances O'Connor consigue un momentazo cinematográfico y narrativo, y consigue unos cuantos y sorprendentes gracias entre otras mil cosas a la interpretación de Emma Mackey, quien pronto estará en la 'Barbie', de Greta Gerwig, el compositor de la banda sonora nos suelta un trallazo de violín, piano o coral que nos parte el oído, el cuore y las entenderas por más que sea el autor de la música de 'Animales nocturnos' y estudiara con Penderecki.

Si no fuera por esos aludes sónicos, la película sería incluso mejor de lo que ya es. Gracias también a la cámara (en mano) de una directora de fotografía cuyo 'Little Bird' ya fue premiado.

Por supuesto, a la O'Connor no le hace falta que comparen 'Emily' con 'El piano' de aquella Campion tan anterior a 'El poder del perro'. Sin embargo, hay quien dice que le copia parte de la puesta en escena. Paparruchas.

Esto es un filme victoriano, romántico, más que tétrico, envuelto en los efluvios del elixir de opio, atravesado por fantasmas y máscaras, custodiado por los fantasmas de Kathy y Heathcliff , precipitado sensualmente hacia abismos de pasión, cercano en su espléndida modernidad para el estudio psicológico, vital o sentimental de su personaje pareja a aquella de la que hacía gala Marie Kreutzer en 'La emperatriz rebelde'. 'Emily' exulta en un trabajo de montaje realmente fantástico y bien ritmado firmado por Sam Snade, responsable del no menos fabuloso y contemporáneo de 'La favorita'.

No se sabe mucho sobre Emily Brönte así que Frances se lanza en picado a leer los posos de la turbulenta y feroz 'Cumbres borrascosas' y extrae el aroma para retratar, sin preocupaciones historiográficas, a una de las inmortales habitantes de los hermosos y terribles páramos de Yorkshire; tierra baldía, pero fértil para crear y morir.

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