Crítica de 'Edén' (2022): La última cena

No se puede negar que esta ópera prima lanza a los ojos del espectador un planteamiento impactante. En un moderno edificio aislado entre montañas (Panticosa) se reúnen cuatro desconocidos. Cada uno ha sido trasladado hasta allí con los ojos vendados. A petición propia, han contratado los servicios de una empresa clandestina de la que nada sabremos, para que acaben con sus vidas. Pasarán unas horas juntos (no hay nadie más), vivirán su última cena y, cuando vayan a acostarse, sabrán que no despertarán. Será una forma más o menos perfecta de dar fin a esa vida que les pesa.

El punto de partida tiene su aquel. Y está arropado por lo mejor de la propuesta, una atmósfera gélida, una fotografía limpia, un espacio propio entre la asepsia del edificio y su piscina y la vegetación de la naturaleza que le rodea. Un lugar en el que destacan sus seres lacónicos, enigmáticos, con una aparente serenidad sobre profundas turbulencias.

Lo que le ocurre al guion de la debutante Estefanía Cortés es que resulta forzado de partida. Si estás tan desesperado que has decidido provocar tu muerte, ¿sentirás curiosidad por los desconocidos con los que coincides? ¿Tendrás algún interés en interactuar con ellos en vez de despedirte a tu aire de la vida?

Conforme los cuatro protagonistas de 'Edén' hablan más, más impostado suena todo. Y más se nota la indefinición de un guion que apunta hacia algunas reflexiones sobre la vida y la muerte, pero va escorándose hacia un suspense algo burdo, en el que lo que interesa es ir juntando las escasas piezas que expliquen las motivaciones de cada personaje y comprobar qué pasa con la dubitativa joven del grupo.

Quizás el tema le venía grande. El caso es que la atmósfera creada no basta, algunas secuencias bordean el ridículo y el morbo gana la batalla a la profundidad.