Crítica de 'El doble más quince' (2019): La primera vez

No parece cabal estrenar una película sobre dos desconocidos que vagabundean por las calles cuando ya existen la trilogía de Richard Linklater y 'Portrait of a Young Girl at the End of the 60's in Brussels', pero aunque la sombra de los potenciales referentes de Mikel Rueda parece alargada todavía quedan historias por descubrir, y personajes con el margen suficiente para plantearnos dudas como las que surgen cuando se cruzan por primera vez las miradas de Maribel Verdú y Germán Alcarazu. Ella es una mujer madura en plena crisis existencial, y él un adolescente con un futuro que se dibuja en precario; les une el miedo a lo desconocido y la certeza de que ninguno de los dos sabe lo que buscan.

El guion insiste en que en el fondo palpita la atracción sexual pero como pareja no consiguen vencer la barrera del amigo-amiga-madre-hijo, en gran medida porque las decisiones clave de la puesta en escena -aislarlos del fondo mediante el desenfoque y los fueras de campo a modo de elipsis- los confinan en una burbuja aséptica en la que suenan en bucle canciones lacónicas que inhiben la líbido. Paradójicamente, lo mejor se concentra en el tramo final: una secuencia espejo del prólogo en la que Maribel Verdú sintetiza con un sutil barrido de registros la montaña rusa de emociones que la película no ha sido capaz de transmitirnos con anterioridad.