Crítica de 'La brigada de la cocina' (2021): Cocinando la integración
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En otro tiempo hubiese arqueado la ceja al abordar un título como 'La brigada de la cocina', que es la tormenta perfecta del buenismo, un producto con todos los ingredientes para macerar los corazones que no hayan sido atacados por la gangrena del cinismo y ... la xenofobia (si es que quedan), pero llegados a este punto, y viviendo en un mundo polarizado, se agradece el calor optimista que desprende el cuarto largometraje de Louis-Julien Petit que, aunque equidistante entre el cine de Laurent Cantet y el anticine de Olivier Nakache y Eric Toledano, reivindica una marca propia que ha dado frutos notables como 'Las invisibles' (2018), su mejor película hasta la fecha.
Una mujer en plena crisis de los 40, que ve esfumarse la posibilidad de cumplir su sueño profesional por sus problemas para acatar la disciplina militar de un restaurante de alta gama, termina haciéndose cargo del servicio de comidas de la cafetería de un centro para menores inmigrantes. La premisa no esconde lo que ha sido la tónica en la filmografía de Louis-Julien Petit, una mirada humanista y humanizadora a los retos de la inmigración que pasa por integrar antes que segregar, sin esconder los retos que derivan del choque de culturas y la necesidad de que la sociedad y el estado se impliquen para trascender los casos de éxito más allá de las pequeñas gestas individuales.
Francia. 2021. 97 m. (TP). Comedia.
Director: Louis-Julien Petit.
Intérpretes: Audrey Lamy, François Cluzet, Chantal Neuwirth.
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