Crítica de 'Alcarràs' (2022): La sal de la tierra
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Una humilde familia de campesinos es la protagonista de 'Alcarràs': drama centrado en la desaparición del cultivo del melocotón, dentro de una historia coral, filmada de forma serena por Carla Simón. Una cineasta digna heredera de Víctor Erice, otro director capaz de retratar familias unidas ... y felices, como si de un paraíso anticipado se tratara. La cámara de Carla Simón atrapa un relato coral, poblado por sacrificados agricultores, convertidos en la sal de la tierra. Son memorias que desprenden olor a yerba fresca, que nos remiten a una tierra de campos en sazón, sembrada de melocotones y albaricoques. Un paisaje del que nadie nunca jamás podrá expulsarlos. La realizadora logra insuflar verdad a una situación límite, reconvertida en un canto a la solidaridad humana. Se trata de una película llena de luz y esperanza, aunque nos inquiete observar el negro vuelo de los pájaros sobre los melocotoneros: ese árbol que produce hermosas flores rosadas y una fruta aterciopelada, amenazada por el silencio del olvido. Infinita es la pena de los corazones de estos inolvidables labriegos, consumidos por un futuro incierto. No se trata aquí del dolor de los amores incumplidos, ni de los ideales deshechos. No es siquiera la melancolía de envejecer. Es algo mucho más profundo y más grande, algo que crece dentro de ellos: el amor al terruño.
España. 2022. 120 m. (12). Drama.
Directora: Carla Simón.
Intérpretes: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset.
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