
Crítica de 'Adiós, idiotas' (2020): A tumba abierta
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«A Terry Jones». Con esta dedicatoria se abre el último largometraje de Albert Dupontel, una referencia a los Monty Python que minutos después se amplía a través de un cameo de Terry Gilliam con el que el director de '9 meses... de condena' y 'Nos vemos allí arriba' subraya su filiación por el humor absurdo y la sátira desquiciada. Porque hay mucho frenesí y desquiciamiento en las historias de los personajes convocados por Dupontel para que participen en una película que tiene visos de road movie urbana y pone el foco en la aventura transformativa que experimentan cuando se cruzan las vidas de una enferma terminal y un cincuentón suicida arrinconado laboralmente por su empresa. Ambos se sienten desahuciados, pero cuando unen sus fuerzas a las de un ciego que es todo entusiasmo surge esa magia incómoda tan característica de la filmografía del director galo.
Su mezcla de barroquismo formal (lindante con lo jeunetiano) con una prosa verborreica y acelerada levanta un muro en torno a una propuesta a la que si no te enganchas desde el primer minuto después es difícil que puedas entrar, porque para absorber toda la humanidad que destilan los personajes de 'Adiós, idiotas' es necesario haber absorbido una triple dosis de comedia negra y gags que se alimentan de la incomodidad que produce hablar del cáncer, el mobbing y la discapacidad.
Francia. 2020. 87 m. (12). Comedia.
Director: Albert Dupontel.
Intérpretes: Virginie Efira, Albert Dupontel.
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