Crítica de 'Tár' (2022): Aimez-vous Elgar, Maestro?

Es ampulosa. Rimbombante. Su ego padece la misma obesidad mórbida que sufre físicamente el protagonista de 'La ballena'. Intenta ser colosal. Dura 158 minutos. Treinta menos que 'Babylon' pero yo diría que gasta parecidas (aunque formalmente muy distintas) ínfulas. Es elegantísima. Hasta el paroxismo (contenido, muy contenido). Comienza con una poderosísima entrevista en directo, conducida por uno de los grandees redactores de 'The New Yorker', Adam Gopnik (a sus pies, maestro) cuyos derechos de reproducción deberían pedir bien la Quincena Musical bien la ABAO, porque es una auténtica clase magistral sobre la dirección de orquesta y un despliegue absoluto (y empingoretado) de nombres, historias y sinfonías. De visión y escucha obligatoria en seminarios abiertos a melómanos y gran público.

En un momento dado tanto rigor, tan fría exquisitez, tanta brillantez se precipitan y comienza otra película más turbia que acaba de una manera ¿moralista? que a mí, lo que son las cosas, me llega a recordar el castigo ('cancelación' se diría ahora) que recibe la Marquesa de Mertreuil en 'Las amistades peligrosas' por haber sido libre y cruel.

Yo no creo que 'Tár' sea esa grandísima película por la que ella se tiene. Por más que la compositora de la banda sonora de 'Joker', Hildur Guðnadóttir, desafíe con su música a Bach, Wagner, Mahley y hasta a Count Basie y Elisa Vargas Fernández. Por más que la cámara de quien fuera director de fotografía de la tremenda 'Antlers', Florian Hoffmeister, alcance momentos de inquietante sensualidad. Por más que haya quien ha intuido en esta obra de Todd Field huellas de 'La pianista' de Haneke con la Huppert.

Pero está ella. La Blanchett. Convierte 'Tár' en un filme colosal. Ella. Directa al Oscar. Es la gran 'Maestro'. Por ella 'Tar' parece, sí, monumental.