Lo bonito del homenaje que los Feroz le brindan esta noche a José Luis Cuerda (Albacete, 1947) es que el director también compite por el premio a la mejor comedia con 'Tiempo después', con la que regresa al humor surrealista de 'Amanece que no es poco' ... . Un día antes del Feroz de Honor, Cuerda mantuvo una charla con los devotos de su cine en el auditorio del Museo Guggenheim escoltado por la periodista María Guerra y Arturo Valls, actor y productor de su último filme, todavía en la cartelera. «Nosotros somos los que le hemos hecho un homenaje en forma de película libre», se ufanó Valls. «Es que si no, no la hubiera hecho», apuntó el homenajeado.
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Desde que sufrió un ictus en 2013, el autor de 'El bosque animado' no es el mismo. Camina muy despacito y ha bajado de 135 kilos a 80. «No ha sido por leer poesía, que no adelgaza sino enriquece», reflexiona. «Los poetas son la expresión más alta del ser humano, porque manejan un material –las palabras– sin darles un sentido neto». El discurso de Cuerda parece por momentos errático, pero no: aunque hable bajito, ahí está esa filosofía trufada de cultismos y palabras de castellano antiguo, ilustrada con anécdotas que despiertan carcajadas del respetable.
Como el relato de su infancia en La Mancha, que da para un guion que tiene en el cajón, titulado 'Un año entero'. «Relata cuando, con cinco o seis años, me pasé un año entero en la cama con pleuresía. Pero mejor no hablemos de la infancia o la adolescencia, que no eran buenas épocas para andarse con miramientos». Pasemos entonces a la familia y recordemos a su padre, jugador profesional de póquer, que una noche ganó un piso en el Paseo de La Habana valorado en 73 millones de pesetas. Y ahí que se trasladaron los Cuerda a Madrid.
«Mi padre vivía como dios», recuerda el director. «Jugaba todas la noches en el Círculo de Bellas Artes. Y cuando venía a las tres de la mañana y me veía a mí jugando al tute con los amigos se echaba las manos a la cabeza». Cuerda también tuvo una fugaz vocación religiosa. «Como me gustaba mucho una chica y no me atrevía a decírselo, ingresé en el seminario. Después me salí». A veces le viene a la cabeza un profesor de geografía que miraba a la clase con la mirada perdida y exclamaba: «Mi mujer es una perita en dulce». Remata Cuerda: «El ser humano es riquísimo...».
En los tres años que estuvo en la Facultad de Derecho no aprobó ni un solo curso. Allí conoció a Cristina Almeida y Manuela Carmena, por las que se afilió al Partido Comunista. «Vinieron a hacer proselitismo. Duré dos o tres años, por probar».
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Justo esta semana se cumplen treinta años del estreno de 'Amanece que no es poco', película de culto por excelencia del cine español gracias a diálogos como: «Eres minoría étnica; bueno, minoría étnica y negro como un tizón». Su autor da las gracias a quien acuñó la expresión 'surruralista' para calificarla.
«Es un concepto que me gusta, porque el surrealismo no existe en el cine. No puedes plasmar lo inmediato, lo primero que se te viene a la cabeza, porque en el cine tienes que tomar muchas decisiones: dónde colocas la cámara, qué objetivo utilizas...», ilustra. Cuerda también se resta importancia como productor pese a haber descubierto a Alejandro Amenábar. «Leí el guion de 'Tesis' y me pareció muy bueno. Alejandro ha visto mucho cine, lo ha leído bien y sabe hacerlo. Es funcional, no divaga ni es barroco. Las tracas están bien para las plazas de los pueblos, pero no para el cine».
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El director de 'La lengua de las mariposas' no comparte el mismo entusiasmo con las películas de Almodóvar. «No me las creo, se me escapan hilachas. Veo la intención pero no culmina», sanciona. Cuerda reconoce que lee las críticas de los periódicos –«en este país tenemos muy buenos críticos»– y que la razón de ser de su trabajo es la reacción del público: «Ese es el material vivo con el que trabajo». 'Tiempo después' se la enseñó a sus hijas. «Y se reían, buena señal».
Dedicado a su bodega de Ribeiro Sanclodio, este tuitero de referencia considera que su cine es realista, cercano al documental. «Yo me veo buena gente, un tío normal», afirma, aunque últimamente se siente «desganao». «Creo que valgo para dos o tres cosas, entre ellas para hacer reír al personal». Y como colofón, una anécdota acaecida en su bodega: «El otro día descubrí a una zorra entre las vides. Siempre llevo una cámara colgada del cuello. Y en vez del artista me salió el propietario y la espanté».
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