Un concierto para piano en el mar

La obra, como explican compositor e intérprete, «junta el pasado y el futuro». Reúne aspectos que ya se encuentran en sus piezas para piano solo con otros derivados de la suma de una orquesta muy nutrida, con una notable presencia de la percusión. «Es una introspección hacia mis propias obras, hay bastante de autorreferencia», describe Erkoreka. Y está ese símbolo de Piscis, que representa la existencia de dinámicas extremas y su convivencia. «De lo cristalino y lo turbio».

El concierto tiene una duración aproximada de 27 minutos, en tres movimientos que han de interpretarse sin pausa. La partitura supone también un retorno a un género clásico que desde finales del siglo XVIII produjo miles de obras pero que fue abandonado por la gran mayoría de los compositores en la segunda parte del XX. «En los años 70, 80 y 90, el piano -no solo los conciertos- no estuvo de moda», recuerda Alfonso Gómez. «Muchos autores lo consideraban un instrumento que representaba el conservadurismo y por eso se alejaron de él. Ahora el concierto pianístico está volviendo porque además es el género que funciona mejor en los auditorios. Y es la riqueza de sus posibilidades sonoras lo que interesa de nuevo». Eso explica, entre otras cosas, que en Bilbao haya tenido lugar algo insólito: el estreno de dos obras así en apenas tres semanas.

Erkoreka coincide en esa apreciación. «Igual que sucede con un cuarteto de cuerda, a un compositor le entra la duda de qué puede decir de nuevo después de tantas y tan extraordinarias obras. Pero, pasado ese momento, descubre que dispone de una gran libertad y que hay muchas posibilidades, por ejemplo en el uso de la percusión, que desde Varèse hace que podamos trabajar con unas sonoridades que no exploraron compositores anteriores».

'Piscis' es perfectamente identificable dentro del estilo de Erkoreka, pero hay en la partitura algunos ecos, un aire de familiaridad en la forma de abordar algunos temas, que procede de Ravel, Prokofiev y Ligeti. A juicio de Gómez, el de 'Piscis' «es un lenguaje muy contemporáneo pero con vínculos con la tradición que permiten seguirlo sin dificultad». Sin embargo, lo mejor para los aficionados es ir a escucharlo sin prejuicios, «llegar con los oídos abiertos, que es lo bonito de un estreno».

Al inicio del trabajo de composición, Erkoreka se reunió con Gómez para abordar algunas cuestiones, tal y como hizo con otros solistas -por ejemplo, de violonchelo o acordeón- en obras concertantes anteriores de su catálogo. «Que el piano sea mi instrumento tampoco facilita las cosas», explica el autor. Luego, tras esa conversación inicial, ya no hay más consultas hasta los ensayos. Y en estos, si hay algún cambio, es relativo a cuestiones que en realidad no alteran la partitura.

La obra es encargo de la BOS y con ella la orquesta cierra los actos de su centenario, que se cumplió hace justo un año. La Fundación SGAE y la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS) también participan del proyecto, lo que probablemente permita además que sea interpretada en la temporada de otras formaciones, como suele ser habitual en estos casos.

'Piscis' ocupa la primera parte de un programa muy intenso, que concluye con la Sinfonía Nº 9 de Bruckner, una partitura gigantesca que quedó inacabada. Solo sus tres primeros movimientos, los que concluyó el compositor, se alargan más allá de una hora de duración. La partitura contiene dos de los movimientos más solemnes de este músico tan imbuido de espiritualidad y religión que apuntó a lo más alto a la hora de dedicar esta obra postrera: «A mi querido Dios», reza la partitura. Un estreno y una obra que la muerte impidió terminar. El ciclo de la vida en los conciertos de la BOS.