Lina Al Abed intenta desentrañar qué pasó con su padre en 'Ibrahima: A Fate to Define'. Cuando inició el proyecto, la cineasta palestina quería dilucidar las razones de su desaparición en Damasco, hace treinta y dos años. Aquel hombre con esposa y cinco hijos, ... era también Raschid, miembro del grupo secreto Abu Nidal, también conocido como el Consejo Revolucionario, y no se sabe quién o qué provocó su final.
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«Al final, lo que pretendo es una visión objetiva y crítica en una atmósfera donde todavía pesa la derrota, eso fue lo más difícil», explica. El Festival Zinebi celebró ayer en el bilbaíno Azkuna Zentroa un encuentro abierto en torno a su sección 'Again. Palestine. Palestinian Women Filmmakers', revisión de la producción cinematográfica de los Territorios Palestinos Ocupados desde la perspectiva de sus realizadoras.
Este ciclo sucede al dedicado el pasado año dedicado a Irán. «El objetivo es dar a conocer filmografías desconocidas, buscar cortos y largometrajes que tienen que ver con una mirada muy concreta y un tipo de cine muy comprometido con lo estético y la propia narrativa», explicó Vanesa Fernández Guerra, directora del certamen vasco del cine documental.
Cada película es un regreso. «Puede ser al pasado familiar, a la memoria personal o colectiva», señaló Reem Shilleh, documentalista y comisaria del evento, para quien no existe un acervo común en la zona. Las prohibiciones políticas impiden compartirlo. «La franja de Gaza está cerrada a los foráneos y tampoco hay una comunicación fluida entre Cisjordania e Israel o Jordania. Resulta distinto ser de ciudad o de una zona rural, vivir en tu tierra o formar parte de los refugiados que permanecen en los campos en Líbano, Siria o Jordania, o pertenecer la diáspora esparcida por todo el mundo», señala. «La historia está rota y diseminada».
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El regreso a aquellos lugares que utilizó el director Pier Paolo Pasolini para su película 'El evangelio según San Mateo', rodada en 1964, es la base de 'Pasolini Pa'Palestine', de Ayreen Anastas, una exploración del guion del maestro superponiéndolo a la realidad actual, que genera contradicciones y rupturas entre el aspecto visual y auditivo, lo esperado y lo real.
La directora también recalca la dificultad de encontrar argumentos para hablar de su comunidad. «Sólo podemos hablar desde nuestra diferencia, como si se tratara de las imágenes fragmentadas de un cristal roto, porque cada una, como cada palestino, tiene una experiencia política particular y distinta del resto, y no podemos representar a todos por la gran variedad de clases», indica.
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La condición femenina lo hace más difícil. «No se trata únicamente de ser cineasta, sino de ser mujer sobre todo en Oriente Medio, lo vemos en Europa, donde aún existe una lucha contra el sistema patriarcal». En cualquier caso, todos, artistas y ciudadanos normales, tienen que enfrentarse al principal obstáculo, la imposibilidad de moverse abiertamente por el espacio. «Hay zonas peligrosas donde te detienen sin más, aunque también es cierto que los retos cambian con el tiempo y como cineastas supone una gran barrera».
Límites para llevar los filmes al exterior y autocensura. ¿Y la censura? ¿Persiste? Las tres coinciden en que no hay respuestas sencillas para este problema. «Resulta muy diferente la que tenía lugar en el tiempo colonial y la que ejerce el gobierno autónomo», admite la comisaria Reem Shilleh. El régimen palestino no cuenta con organismos especializados, pero se lleva a cabo mediante instrumentos sutiles ya sea, limitando lo que se puede exhibir en el exterior y, así, fomentando la autocensura que los autores suelen llevar a cabo para conseguir la necesaria proyección internacional.
La identidad, cuando uno ha nacido y vivido en un país extraño, también es otra cuestión de frecuente debate. En el caso de Lina Al Abed, que reside en Egipto, tan sólo ha podido permanecer un par de semanas en la tierra de sus ancestros tras un largo proceso administrativo. En opinión de Anastas, ese constante regreso al pasado también posee un sentido positivo. «Volvemos para buscar oportunidades perdidas y reescribir la historia, no para volvernos reactivos, sino para afirmarnos como mujeres, palestinas y con derechos».
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La industria audiovisual israelí, con un importante desarrollo tanto en el ámbito de la gran pantalla como el medio televisivo, parece vivir de espaldas a esta realidad, tal y como sucede con la mayoría de la población. «Industria y solidaridad son palabras contrapuestas», aduce y menciona el boicot cultural que los intelectuales palestinos preconizan, aunque también reconoce que una pequeña parte de los autores hebreos intenta abrirse a esa realidad. «Nosotros tenemos muchos problemas, estamos en una etapa oscura, pero la suya lo es mucho más, con mayor déficit moral».
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