«El Bilbao industrial era ideal para el cine»

Como reconocimiento a su trabajo y esfuerzo, Zinebi les otorgó en su gala de inauguración el premio Mikeldi de Honor. «Las mujeres siempre han estado en la sombra del cine. En los años 80 y 90 eran muy pocas en la industria, pero gracias a ellas las cosas han ido cambiando. Con esta entrega queremos poner en valor su empeño», resaltó la directora del festival de Cine Documental y Cortometraje, Vanesa Fernández. También fueron galardonados los productores y directores belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, ganadores de dos Palmas de Oro, que no pudieron acudir a la gala por las restricciones de movilidad.

Murugarren llegó a Bilbao en los años 80 en autobús desde su Marcilla natal. Comenzó su andadura trabajando como montadora para directores como Enrique Urbizu y Álex de la Iglesia, en cintas clásicas como 'Todo por la pasta'. «Esa ciudad industrial me cautivó. Era ideal para hacer cine negro. Visualmente era muy 'heavy'», confesó la realizadora de los largometrajes 'Tres mentiras' y 'La higuera de los bastardos'. Salaverri, por su parte, dio el salto de escribir relatos a guiones cinematográficos con la película 'Calor... y celos' en 1996. Desde entonces no ha parado y ha ideado las historias de 'Marujas asesinas' y 'La matanza', entre otras películas.

Testigos de cómo ha evolucionado la industria del cine en los últimos años, las dos aseguran que «antes era más fácil hacer una película. Cuando empezamos, había un entusiasmo colectivo. Todos queríamos hacer cosas y me acuerdo de que el equipo técnico ponía dinero para llevarlas a cabo. Actores, directores de fotografía... Participaban en la producción por amor al arte, porque muchas veces no obtenían beneficios», rememora Murugarren. También señalan que la cultura entonces «tenía más prestigio. Antes estaba bien visto ser culto y tener ese interés. Ahora, por culpa de ciertos programas de televisión, parece que es mejor no saber nada», añade Salaverri.

Ser la única mujer en una habitación llena de hombres es algo que han vivido desde sus comienzos. Cuentan que al principio lo veían «como la cosa más normal del mundo». Ahora, en cambio, «teniendo en cuenta que somos más del 50% de la sociedad, no tiene ningún sentido». Admiten que en ocasiones han tenido dificultades a la hora de mostrar su opinión. «Muchas veces parece que tienes que hacer un plus para que te tomen en serio, aun cuando tienes muy claro lo que estás diciendo», apuntan.

Salaverri lo compara con «el poco caso que se les hace a los niños». Para ella, aún queda mucho por hacer para conseguir la paridad, sobre todo «a la hora de relacionarse con distribuidoras, productores, el banco.... Ese famoso techo de cristal sigue ahí, y en realidad, es de acero», asegura. Poco a poco van cogiendo su sitio, y en ese camino ven «fundamental la discriminación positiva. Lo deseable sería que no hiciese falta, pero es que sin ella no llamarían a ninguna mujer músico, ni a directoras de fotografía o ayudantes de dirección. Es necesario para entrar en jefaturas técnicas, pero incluso a día de hoy, hay quien se resiste», lamentan.