Crítica de 'Héroes de Central Park' (2023): Dragón es y no molino

Cierto que suceder sucede en Central Park y así lo constata su título en euskara, pero resulta que no es una película neoyorquina sino franco-hispano-belga. Verdad que su director lo es también de las aventuras de una familia que nos cae bien, 'Bigfoot', aventuras por las que fue finalista a grandes premios en Annecy, Seattle y Shanghai, pero bien sucede que a pesar de todo lo dicho esto no es un filme yanqui, lo cual tampoco significa nada, ni malo ni bueno sino todo lo contrario, siendo su título original 'Les inséparables'.

Aclaradas bastantes cosas, decir diremos que buena bonísima, pero que está my guapamente animada, que los fondos son lindos y la música creada por el grupo belga Puggy, formado por músicos que se conocieron en la escuela de jazz de Bruselas, suena moderna e inspirada.

Por otro lado, aunque al crítico de 'The Guardian' maldita la gracia que le ha hecho todo, por esta esquina nos gusta que las marionetas que viven en Central Park cobren vida, que la del bufón se transforme en un héroe de novela de caballería (más exactamente en Don Alonso Quijano) y que su Dulcinea sea una muchacha de armas tomar. Nos gusta también que aquí su supuesta locura sea, más bien, un maravilloso desborde de imaginación y que aunque signifique enmendarle la plana al mismo Don Miguel de Cervantes Saavedra, aquí en los molinos sí que hay seres feroces. ¿Gigantes? No, un dragón flamígero. Con eso basta. Casi. Porque el muñecajo-perro que rapea se merecía más suerte en su diseño y su papel.