Crítica de 'Chaplin: Espíritu gitano' (2024): Y a todos les importa poco

Y sin embargo, honrada como es, sentida como es, nostálgica como es, melancólica como es, riente como es, libre como es, clásica como es, ¡qué poquita cosa resulta! Se diría que el hecho de que Chaplin tuviera una octava de sangre romaní nos importase a todos menos que nada. Es solo una frágil excusa para que hijos, hijas, nietos, nietas, hagan un ejercicio de memoria, redención y suavísimo ajuste de cuentas. Se diría que ser o no ser gitano, ijitoa, gypsy, enfant de bohème, romaní o calderero de la Hungría, fuera solo cuestión de tener el 'duende' metido en los huesos. Sin más. Tampoco es que buscáramos una profunda reflexión sobre la complejidad de saberse eso, gitano, pero sí algo más que un encuentro familiar con muchos (pero ya muy debilitados) fantasmas domésticos y unos cuantos esqueletos (de delicados huesos) en el armario.

Algunos la sentimos como una película sin estructura. Aparece Farruquito, zapatea un poco y a otra cosa. Entra Johnny y sale Emir. Baila el gran dictador con el mundo y ya está. No sé, ser gitano seguro que es algo más feroz. Aunque solo seas un octavón.