Arantxa Echevarría compite con 'La infiltrada' por 13 Premios Goya, Lobo Altuna

«Mi aita me explicó que el director era el que decide todo en una película. Le dije que yo quería hacer eso»

Arantxa Echevarría es favorita para ganar el Goya por 'La infiltrada', un fenómeno de taquilla que ha roto el tabú de las películas sobre ETA

Oskar Belategui

San Sebastián

Domingo, 2 de febrero 2025, 00:43

Arantxa Echevarría (Bilbao, 1968) tiene muchos boletos para hacerse con el Goya a la mejor directora el próximo 8 de febrero en Granada. Con sus 13 nominaciones, 'La infiltrada' se disputará los premios del cine español con 'El 47', que aspira a 14 estatuillas. La ... historia real de la policía que se jugó la vida durante ocho años como topo y gracias a la cual se desarticuló el comando Donosti ha superado los 8,4 millones de euros y 1,3 millones de espectadores.

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Echevarría esperó hasta los 50 años para dirigir 'Carmen y Lola' tras toda clase de oficios en el cine. Aquella historia de amor entre dos gitanas brindó el Goya a la realizadora novel y a la actriz Carolina Yuste, protagonista de 'La infiltrada'. Ahora prepara 'Cada día nace un listo', «una comedia que enseña que trabajando no te haces rico, que todos son mangantes pero ganan los de siempre». La rodará en marzo con Hugo Silva, Susi Sánchez, Diego Anido y Belén Rueda. Tras una jornada extenuante localizando escenarios, atiende a EL CORREO en un hotel de San Sebastián.

–¿Recuerda el primer rodaje de una película que pisó en su vida?

–'Menos que cero', de Ernesto Tellería, en Bilbao. Tenía 19 años. ¿Sabes quién era mi jefe? Manolo Martín Cuenca. Recuerdo que dormía en casa de mi abuela y te llamaban al teléfono fijo para citarte. Txema Blasco era el protagonista, un actorazo. Era meritoria de dirección.

–¿De qué más ha trabajado?

–Buf. He sido ayudante y auxiliar de dirección, directora de producción (nunca he sido auxiliar porque no tengo carnet de conducir), atrezista, operadora de cámara, maquilladora una sola vez, porque fue un desastre, script, directora de animación en cortos con Mateo Palmer (ganamos un Goya)... Hasta he sido microfonista, sosteniendo la pértiga con mi metro y medio. Otro desastre.

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–Era una cría.

–Sí. La primera vez que fui ayudante de dirección fue en un anuncio con José Luis Alcaine de dire de foto. Estaba temblando. Alcaine hablándonos horas de Hollywood en la comida y yo metiendo prisa. Hasta que me pregunta cuántos días tenemos para rodarlo. '¿Dos días? Pues te lo hago en uno y me dejas comer tranquilo', me contestó.

Arantxa Echevarría junto a Luis Tosar y Carolina Yuste.

–¿Desde cuándo ha querido ser directora de cine?

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–Desde niña. Mis amigas del colegio me cuentan que con ocho años ya lo decía. Siempre he tenido muchas imágenes visuales en mi vida. Por entonces solo estaban Pilar Miró y Josefina Molina. No había referentes. Después descubrí a Margarethe von Trotta, Agnès Varda...

–Ya lo tenía tan claro.

–Sí. Quería contar historias pero no limitarme al guion, porque lo mío era visual. Mi aita me explicó que el director era el que decide todo en una película. Le dije que yo quería ser eso.

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–Su aita era de Bilbao y su ama de Burgos.

–Se conocieron porque mi abuela tenía un bar en las Siete Calles de Bilbao. Mi madre era la que ponía los txikitos. Cuando estaba embarazada de mí, mi aita dijo que había que parir en Bilbao porque la niña tenía que ser vasca. Nací en Cruces. Me enteré de que mi madre era de Burgos con 19 años. Mi aita llevaba txapela a rosca. Ocho apellidos vascos y RH negativo, no habló castellano hasta los 18 años. En Bilbao no he llegado a vivir, vivir. Iba y venía a casa de los abuelos.

–Vivían en Madrid.

–Sí. Mi padre era aparejador, le salía un trabajo y nos íbamos. También vivimos en Málaga, donde tocara. De Bilbao recuerdo la casa de mi abuela en la calle Jardines y el bar. Las escaleras de madera, los típicos balcones de las Siete Calles, un pasillo tan largo que cuando llevabas la sopa se enfriaba, el olor del taller de carpintería de mi aitite en una habitación... Mis otros abuelos vivían en Hurtado Amézaga, junto al Corte Inglés. Eran como dos mundos diferentes.

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La directora con el Goya por 'Carmen y Lola'.

–Su padre era cinéfilo.

–Mucho. Un poco plasta, porque siempre ponía las mismas películas. Le fascinaba 'Cabaret', la veíamos muchísimo, 'La gran evasión', 'Eva al desnudo'... Pero a mí la cinefilia me la contagia Iñaki, mi hermano mayor. El típico hippy de la época, que tenía un programa de radio con música alternativa. Ahora es un señor calvo aburridísimo, ja, ja. Él me llevó por primera vez al cine a ver '2001: Una odisea del espacio'. No entendí absolutamente nada, solo me hacían gracia los monos. Después me descubrió a Truffaut, Rohmer... No era normal ver esas películas a mi edad. Ah, y 'Fantasía' de Disney.

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–Tampoco es habitual debutar como directora a los 50 años.

–Era ahora o nunca. Podría haber seguido trabajando en lo mío tranquilamente, nunca me ha faltado para pagar el alquiler. Pero llegó un momento en el que pensé que no podía morirme sin hacer una peli. Había rodado una docena de cortos. Con treinta y tantos años en España no había muchas directoras y se rodaba en cine, que es carísimo. Me daba vergüenza a mí misma. Y surgió 'Carmen y Lola'. Pero no había confianza en que se pudiera hacer una historia de amor entre dos gitanas con actores naturales.

–Un tema tabú.

–Sí. Mi socia (Pilar Sánchez) y yo nos liamos la manta a la cabeza y decidimos producirla. Me ofrecieron hacerla con la familia Flores; Lolita de madre, Alba de hija... Recuerdo que en el casting ya había nacido mi primer hijo y se lo daba a las gitanas. Me pulí todos mis ahorros. Fue una apuesta vital, porque el sueño de tu vida tienes que intentar cumplirlo. Si no te arriesgas, no salen las cosas.

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–Y salieron bien.

–Con que hubiera quedado una peli digna ya habría estado satisfecha. Pero tuvimos la suerte de ser seleccionados en Cannes. A la crítica le encantó y tuvo 8 nominaciones al Goya. Hay tantas buenas películas que nadie ve...

Arantxa Echevarría en el rodaje de 'La infiltrada'.

–También hubo boicots y el rechazo de la comunidad gitana.

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–En su momento me dolió muchísimo, pero ya ha pasado el tiempo.

–¿Ha servido para algo?

– Sí. Abrió la mente a muchas personas, ha tocado corazones. No creo que culturalmente haya cambiado nada en la comunidad gitana, donde la homosexualidad es un tema tabú, pero me han llegado mensajes. Una chica me dio las gracias, porque quería ser actriz. De pronto, había una gitana nominada a los Goya, tenía referentes. Otra chavala me mandó una foto de su antebrazo con el pajarito que pinta Lola. Eso es mucho más que el Goya.

Tráiler de 'La infiltrada'.

–¿Cuándo descubrió usted que le gustaban las chicas?

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–¿Y tú cuándo descubriste que te gustaban? No hice 'Carmen y Lola' por haber tenido problemas con mi lesbianismo, quería hablar del primer amor. Yo nunca he tenido ningún problema con mi sexualidad, jamás la he ocultado y mi familia siempre la ha sabido. Quizá lo pude tener en la adolescencia, en ese momento de buscarte, ya seas heterosexual o gay. ¿Qué me pasa? ¿Soy 'anormal'? He sido una privilegiada al crecer en Madrid. Llegué a la universidad y conocí a todo tipo de gente. Mi cabeza explotó entre tanta gente loca. Yo era normal, era lesbiana.

–Ha rodado comedias de encargo, ¿eso significa que no tiene pretensiones autorales?

–No. Yo soy tan autora de 'Chinas' como de 'La familia perfecta'. Me entrego por igual, aunque no se quieren por igual.

–'La infiltrada' une los dos mundos: comercialidad y autoría.

–Sí. Me da mucha rabia hacer una peli y que solo la vean 80.000 personas. Tengo una herramienta y una voz. Ves 'La infiltrada' y sabes que es mía.

–Le marcó mucho el atentado de Irene Villa.

–Sí. Esas imágenes por televisión... Las cámaras llegaron cuando ella y su madre estaban todavía en el suelo. Yo vi a Irene Villa sin piernas, llamando a su madre a grito pelado. También conservo, como todos, a Miguel Ángel Blanco. Cuando vi 'Patria' pensé, ¡qué buena! Y supe que era un buen momento para hablar de ETA. Hace diez años no sé si hubiéramos podido hacer 'La infiltrada'.

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–Se acabó definitivamente lo de que ETA es veneno para la taquilla.

–'Maixabel' también funcionó estupendamente en taquilla. Y esta es una peli hecha por mujeres: directora, guionistas, productora, montadora, actriz... Y la protagonista no es una mujer sexualizada. Es una mujer normal, no una 'Tomb Raider', que lucha con argucias y unos ovarios como una casa.

–Justo ahora se cumplen 30 años del asesinato de Gregorio Ordóñez, que la película recrea de manera explícita.

–María San Gil me llamó el otro día y me habló maravillas de la peli. ¿Tú sabes que pudor me da escuchar a la persona que tuvo la sangre de Gregorio en la cara? Lo más emocionante de este proceso ha sido conocer a su viuda y a su hermana Consuelo, que es macarra y combativa, dice verdades como puños.

Luis Tosar y Carolina Yuste en 'La infiltrada'.

–Ellas vieron la película y dieron el plácet a esa escena.

–La hubiera quitado si me dicen que no les gusta. Consuelo me dijo que la dejara así, que se viera cómo le vuelan la tapa de los sesos para que no se poetizara.

–Ese chubasquero rojo de Txapote, con el que salió andando tranquilamente por la Parte Vieja sin que nadie le parara, no se me quita de la cabeza.

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–Rodamos en La Cepa, en la misma mesa donde ocurrió, en un silencio sepulcral. El día del cumpleaños de Txapote. Qué indecencia... A las tres de la tarde... 'Isili, no hables'... Lo dice en la película Kepa Etxebarria: 'Los que nos quieren delatar tienen miedo y los que no, nos apoyan'. Hoy he estado localizando y he hablado con el dueño de una fábrica de muebles. Al ver la peli se acordó de las cartas que recibía pidiendo el impuesto revolucionario. ¿Qué teníamos aquí? Un cielo gris hundiéndonos.

La directora con los actores de 'Carmen y Lola'. Efe

«Me gusta donde vivo, cerca de la Usera de 'Chinas'»

Arantxa Echevarría extrae las historias de sus películas de la realidad. Para 'Carmen y Lola' se empapó de la comunidad gitana y 'Chinas' nació cuando se encariñó de la hija de los propietarios de un bazar chino cerca de su casa. Es de esa clase de personas que se sienta en un banco junto a una señora y le pregunta: «¿Qué tal estamos?».

–¿Sigue viviendo en Lavapiés o se ha ido a La Moraleja?

–Ja, ja. Me he ido a Arganzuela, cerca de Matadero. En Lavapiés no había ni un espacio verde para los niños. Comprar un piso en Lavapiés ya es tan caro como en la Moraleja. Me gusta donde vivo, tan cerca de la Usera de 'Chinas' y de Carabanchel.

–¿Sus hijos, Max, de 8 años, y Álex, de 6, saben a qué se dedica?

–El cine está en casa, se respeta. Tenemos un proyector y vemos películas. Su madre es directora de fotografía, estuvieron en el rodaje de 'La infiltrada'... El otro día a Max le pidieron en el cole escribir sobre una mujer importante. Y levantó la mano: ¿puedo hacerlo de mi amatxu? Yo al borde de las lágrimas y me dice que así no tiene que mirar en internet...

–¿Han visto alguna película suya?

– Solo 'La familia perfecta'. En todas sale su nombre en algún sitio: en los créditos, en un cristal... La próxima tampoco la verán, porque tiene sexo y palabrotas.

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