
Casi un centenar de barcos de madera está perdido hoy en el Golfo de Vizcaya. Pero no hay nada que temer; nadie corre peligro. Cada una de esas embarcaciones mide solo 30 centímetros y pesa cerca de un kilo. Las ha hecho Albaola - La Factoría Marítima Vasca para AZTI y las han decorado escolares. Con el lanzamiento al mar de esos barquitos, los investigadores del centro tecnológico vasco quieren mejorar los modelos matemáticos que predicen adónde va a parar lo que cae al Cantábrico. «Nos ayudará a localizar acumulaciones de basura, pero también a encontrar a desaparecidos en el mar y saber hacia dónde derivan mareas negras como la del 'Prestige'», explica Luis Ferrer, oceanógrafo de AZTI.
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Los pequeños barcos a la deriva forman parte del proyecto LIFE LEMA, presupuestado en 2,1 millones hasta 2019 y financiado al 60% por la Unión Europea. «Pretendemos proporcionar a las administraciones herramientas para que puedan gestionar la basura marina flotante de un modo más eficiente y sostenible», destaca la ambientóloga Oihane C. Basurko, coordinadora técnica del proyecto. La Agencia Europea del Medio Ambiente calcula que cada año acaban en los mares 10 millones de toneladas de desechos -muchos de ellos plásticos- y, aunque la contaminación del Cantábrico es menor que la del Mediterráneo, también flotan desechos en el primero. «A pesar de que muchas veces no se vea, la basura está ahí».
«Todavía no sabemos la proporción de plástico en la basura que flota en el Golfo de Vizcaya, pero hay muchos restos de redes, cabos, hilo de pescar... También hay plásticos de tierra -botellas, vasos y embalajes- y mucho más microplásticos de lo que creíamos», declara Basurko.
Los microplásticos son fragmentos de entre 0,05 y 0,5 centímetros que «entran en la cadena trófica y pueden acabar en nosotros», indica Ferrer. AZTI dispone para la recogida de basura de una flotilla compuesta por dos pesqueros y tres embarcaciones pequeñas para la limpieza en zonas costeras.
«En 2017 se recogieron en Francia unas 10 toneladas de residuos, incluida madera, en cuatro meses de actividad a mediados de año. En la costa guipuzcoana, solo 400 kilos -sin contar madera- porque la actividad se concentró a finales de año, señala Basurko. Además, los investigadores han colocado en la desembocadura del río Deba una barrera flotante para recoger basura, instalado cámaras en los estuarios del Adour y el Oria, y soltado en el Cantábrico boyas de deriva con GPS.
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La clave para combatir este «grave problema» es concienciar a la población porque «prevenir es mucho más eficiente y barato que recoger», según la ambientóloga de AZTI. «En carreras como la Behobia-San Sebastián se utiliza muchísimo plástico. Si tiras un vaso o una botella y acaba en el río, directamente o porque lo lleva el viento, irá a parar al mar. Y luego están todos los festivales que se celebran en las playas con una elevada generación de plástico», advierte. Por regla general, lo que cae al Cantábrico suele viajar de Oeste a Este en otoño e invierno, mientras que en primavera y verano la dirección es más variable por la menor intensidad del viento.
«Tenemos que pensar que estamos en el fondo de una especie de bolsa -dice el oceanógrafo-. Por ejemplo, en Navidad lanzamos 30 barquitos mar adentro a unos 90 kilómetros de Gijón. La mitad los han encontrado en Francia, entre Lacanau y el estuario de la Gironde. Generalmente, un objeto que tiramos en mitad del Golfo de Vizcaya tarda como mucho dos meses en llegar a la costa», aclara.
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Socios La Diputación de Gipuzkoa, que coordina el proyecto Life Lema, el centro de investigación francés Rivages Pro Tech, la ONG Surfrider Foundation Europe, el Ayuntamiento de la localidad vascofrancesa de Biarritz y el Syndicat Myxte Kosta Garbia.
2,1 millones de euros. El 60% procede de fondos europeos.
Tres años. Entre septiembre de 2016 y septiembre de 2019.
Cada pequeño barco de madera de AZTI está numerado y lleva escrita en castellano, euskera, francés e inglés la leyenda «Investigación en curso ¡Ayúdanos! Si me encuentras, contáctanos», acompañada de una dirección de correo electrónico y un número de teléfono. «Desde que empezó el proyecto en septiembre de 2016, hemos lanzado unos trescientos y tenemos previsto llegar a los mil», anuncia Basurko.
A estas alturas del proyecto, han recuperado dos tercios de los barquitos lanzados. Son muchos los vecinos de las costas española y francesa que les han enviado sus fotos con ellos, como puede verse en la página web del proyecto. «Como sabemos dónde hemos tirado cada uno, podemos estimar su trayectoria con nuestros modelos matemáticos».
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Cuando el proyecto culmine, los científicos de AZTI habrán utilizado toda esa información y las de las boyas de deriva para mejorar los modelos que ayudan a localizar no solo concentraciones de desechos, sino también posibles derrames de sustancias contaminantes por accidentes marítimos y a personas que hayan desaparecido en el mar. En los tres años del estudio, recogerán unas 100 toneladas de basura marina.
El centro de investigación vasco Azti lidera la puesta en marcha del proyecto Sudoang, destinado a la recuperación de la anguila europea en España, Francia y Portugal. El programa, cofinanciado por los fondos europeos Feder, la dirección de pesca del Gobierno vasco y la Diputación de Gipuzkoa, tiene como objetivo ofrecer herramientas concertadas a los tres países para realizar una evaluación, gestión y seguimiento eficaces de la evolución de la especie, considerada en «peligro crítico» por el cambio climático, las barreras a la migración, la contaminación y el tráfico ilegal de angulas. Hasta ahora, cada Estado miembro establecía de manera independiente sus controles.
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