![Chillida y Oteiza se vuelven a abrazar](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202204/09/media/cortadas/chillida9-kxGH-U1601611247181FOF-1248x770@El%20Correo.jpg)
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alberto moyano
Sábado, 9 de abril 2022, 01:00
Que dos escultores de tal talla coincidieran en un mismo tiempo y un mismo espacio constituye una improbabilidad estadística que la exposición 'Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60' celebra por todo lo alto en el Museo de San Telmo.
Con más de 120 esculturas, documentos, cartas, fotografías y vídeos, la muestra producida por la fundación valenciana Bancaja y comisariada por Javier González de Durana repasa más de veinte años de evolución artística en los que los dos escultores mantuvieron una vinculación creativa íntima y sutil, truncada por los desencuentros personales. Veinticinco años después del llamado 'abrazo de Zabalaga', el legado escultórico de los dos artistas más importantes que ha dado el País Vasco se exhibe por primera vez en Euskadi. La exposición estará abierta al público durante casi seis meses, desde hoy hasta el 2 de octubre.
Lo que hace unos años se antojaba como misión imposible -reunir en un mismo espacio las obras de los dos artistas, que tras romper su amistad vivieron un largo y sonoro desencuentro- se ha hecho posible ahora de la mano de Bancaja y de González de Durana, quien consiguió finalmente contar con la colaboración del Museo Alzuza y de Chillida-Leku.
Además, la exposición reúne obras procedentes de colecciones públicas y privadas, como las del Guggenheim y el Bellas Artes de Bilbao, Artium de Vitoria, el Reina Sofía, la Colección Iberdrola y la Fundación la Caixa, entre otras.
La exposición ilustra con detalle la evolución paralela que Oteiza y Chillida imprimieron a sus trayectorias a partir de 1948, cuando el primero regresa de su estancia latinoamericana, que se prolongó durante trece años, y el segundo se marcha a París.
Estructurada por González de Durana en nueve secciones, a partir de una suerte de introducción en la que se reúnen el 'Laocoonte' de Oteiza, y 'Oyarak I' de Chillida -la primera en madera de nogal, la segunda en hierro; ambas de 1954-, los dos primeros apartados organizan las obras de uno y otro frente a frente, para mostrarse ya revueltas a partir de la tercera sección.
El itinerario se cierra con varias piezas de Oteiza y Chillida realizadas en piedra. Hasta llegar a ese punto, el visitante podrá admirar las trayectorias paralelas, aunque en dirección opuesta de los dos artistas guipuzcoanos que, pese a sus caracteres tan diferentes, mantuvieron durante años una cordial y fructífera amistad: mientras el escultor de Orio se dirige hacia la conclusión de una etapa de su obra escultórica a través de la casi desaparición de la pieza y sus indagaciones en el vacío, el donostiarra adopta progresivamente los grandes formatos. Los dos buscan e indagan, pero uno experimenta, el otro avanza, de ahí que predominen las obras-ensayo de Oteiza, en formatos más reducidos, frente a las esculturas ya llevadas a término por Chillida.
Los trabajos de los dos creadores en el Santuario de Arantzazu conforman el epicentro de la exposición, con dos apóstoles de Oteiza -San Pedro y San Pablo- y dos puertas de Chillida -que por vez primera salen de Arantzazu- colocadas frente a frente, a diferencia de cómo se pudieron contemplar en Valencia, en donde se instalaron los unos al lado de las otras. Se trata de unas obras caracterizadas por la abstracción geométrica en las puertas y el existencialismo trágico en la estatuaria, y que dieron paso a las «investigaciones espaciales» de Oteiza y a lo que Chillida denominó «cortar hierro», todo a partir del bienio 1955-56.
El comisariado de la muestra se ha llevado a cabo a partir de tres criterios: «Proximidad cronológica, cercanía formal y cercanía conceptual». Y como hitos, explicó el comisario, dos obras: el 'Laocoonte' de Oteiza, propiedad de la Cámara de Comercio de Córdoba y nunca antes expuesta fuera de la ciudad andaluza, y las puertas de Arantzazu, de Chillida, en su primera salida del Santuario.
Los títulos de las esculturas de Chillida -'Espíritu de los pájaros', 'El peine del viento', 'Rumor de límites'...- muestran un vínculo romántico con el sueño y la poesía, que contrasta con los epígrafes casi científicos de Oteiza: 'Fusión con tres sólidos abiertos', 'Rotación espacial con la unidad Malévich' o 'Construcción vacía con cuatro unidades planas positivo-negativo', una variante de la que a escala monumental se puede ver en el Paseo Nuevo de San Sebastián.
Además de las obras artísticas, el recorrido se completa con documentos sobre sus proyectos culturales, inquietudes políticas e iniciativas que reflejan el espíritu de la época, todo en un museo, el de San Telmo, que este año celebra sus 120 años de existencia.
Respecto al lugar de los dos creadores en la historia del arte, González de Durana sostiene que ambos vivieron en «un contexto en el que prevalecía la obsesión por el vacío, la influencia espiritual en el arte o la relación entre la escultura y la arquitectura. Oteiza puede integrarse en las coordenadas de Henry Moore y Kazimir Malévich, mientras que Chillida se relaciona con Julio González o Alberto Giacometti».
Ahora se ven diferentes, «pero quizá dentro de cien años dirán que son similares, como ha sucedido con Bernini y Borromini, también enfrentados en la Roma del siglo XVII».
Legado escultórico. Se centra en el diálogo entre Chillida y Oteiza en los años 50 y 60.
Comisario. Javier González de Durana.
Lugar. Museo de San Telmo.
Fechas y horario. Desde hoy hasta el 2 de octubre, de martes a domingo (10.00-20.00 horas).
Entrada. 6 euros.
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