Celebrando el Día del Padre con mucho arte
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La obra de Ibarrola, Riaño, Trincado, Goñi... seguirá dando que hablar porque los hijos y las hijas hace tiempo que han tomado el testigoComo todos los años, les llamarán por teléfono para felicitarles. Es el Día del Padre y se les tiene muy presentes. De ellos tienen el apellido y también mucho talento. La obra de Ibarrola, Riaño, Trincado, Goñi... seguirá dando que hablar porque los hijos y ... las hijas hace tiempo que han tomado el testigo. Nadie es una réplica exacta de su progenitor. Solo coinciden en una cosa: no existe la inspiración de las musas sino la transpiración. Hay que sudar y sudar para salir adelante en el mundo de la cultura.
Jose Ibarrola Artista plástico
Cero divismo. Cero banalidad. Es lo que caracteriza a los Ibarrola, padre e hijos. «Y lo mismo se puede decir de aitite. No ha perdido el acto reflejo de pintar. La disciplina del artista sigue ahí. ¡Día tras día!», subraya Naiel Ibarrola, nieto de Agustín y primogénito de Jose. En su caso le borbotea la creatividad y las ganas de hablar. Tiene 36 años y una pasión desbordante. Ilustrador, compositor de bandas sonoras y pianista, raro es el concierto en el que no termina llorando en el escenario. «No lo puedo evitar. Transmitimos emociones y eso es muy intenso, algo muy de verdad. No nos da ninguna vergüenza hacerlo».
Su hermano Martín, librero en Sopa de Sapo, escritor, espeleólogo y explorador nato, ya sea en la Amazonia peruana o Egipto, sonríe al escucharle y asiente con la cabeza. Es el más callado pero tampoco se duerme en los laureles. «Trabajamos duro pero, ojo, desde el disfrute. El éxtasis no llega el viernes de cara al fin de semana, sino en el día a día. He cumplido 31 años, una edad en la que ya piensas en la vejez y hacer lo que te gusta ayuda mucho». La referencia a la edad causa hilaridad y un choteo generalizado. En el clan Ibarrola nunca falta el buen humor y la camaradería. Todos aprenden de todos.
«Los chicos me mantienen al corriente de muchas cosas. Que si internet, que si lo digital, que si la inteligencia artificial...», enumera Jose Ibarrola, al tiempo que golpea las anchas espaldas de Martín. Son gente recia y acostumbrada a moverse en muchos campos. «Eso es muy enriquecedor. Tus obsesiones se expanden sin límites», constata un artista de 67 años que se vuelca en la pintura, la escultura, la ilustración y la escenografía. A ojos de sus hijos, es un todoterreno inagotable que no pierde de vista el horizonte. «La belleza es la gran utopía. La meta inalcanzable», coinciden los tres Ibarrola.
Una belleza que aprecian en las obras de Durero, Rembradt, Bach y... la película 'Waterworld', «una maravilla con Kevin Costner que, de verdad, es un diossss», elogian Naiel y Martín. El padre les mira pensativo y no les quita la razón. Tenía 31 años cuando se estrenó como padre y desde entonces ha aprendido mucho. «Tolerancia y respeto, entre otras cosas. Los hijos te quitan las orejeras de golpe».
Javier Riaño Director de BilbaoArte
Su padre solía llevarla colgada en una mochilita mientras pintaba. Ella era un bebé y miraba y miraba. Con suma atención, sin llorar ni moverse. «Yo creo que hasta me gustaba el olor del aguarrás», admite Ana sentada junto a su progenitor, Javier Riaño, en el patio de BilbaoArte, el centro de creación contemporánea del Ayuntamiento. Hija de artistas (su madre es Carmen Olabarri), ha seguido un camino tan familiar como salpicado de obstáculos. El peso del apellido en ocasiones ha llegado a ser abrumador.
«Nunca se pudo presentar a una beca de BilbaoArte mientras yo estaba aquí como primer director, entre 1998 y 2010. Por otra parte, si yo formaba parte del jurado en un premio, le tenía prohibido que postulara. Entre una cosa y otra, no he hecho más que putearla. ¿Qué puedo añadir? Pues que no puedo estar más orgulloso de ella», recalca el pintor bilbaíno, que el año pasado retomó la dirección de BilbaoArte y nunca ha dejado de seguir muy estrechamente la carrera de su hija. A la distancia, pero con un apoyo sin fisuras.
Ana nunca se ha arrugado. La lucha por labrarse un nombre propio en el campo del arte, desvinculado de su padre y marido (el artista Patrick Grijalvo), le ha abierto los ojos a un campo de investigación sumamente original y cargado de significado. «Mi gran tema es la identidad y la imagen que proyectamos. ¿Cómo se nos ve? ¿Qué se sabe de nosotros? Juego con la realidad y la ficción. Pinto cuentas de redes sociales (Facebook, Instagram y Twitter) en las que muestro perfiles de artistas del pasado y del presente. Es una manera de reflexionar sobre su proyección y nuestra proyección. Además, presto mucha atención a las mujeres», apunta la creadora bilbaína. Dora Maar, Francis Bacon, Ana Mendieta, Jeff Koons... son algunas de las muchas figuras que le han dado juego.
Madre de dos niños, de cinco y dos años, esa experiencia también le ha servido de fuente de inspiración y reflexión. Ana se quedó embarazada de su primer hijo, poco después de haber ganado el Premio BMW de Pintura a la Innovación. «Para la profesión estuve desaparecida durante un tiempo, y luego sucedió lo mismo con el segundo». Dos grandes hitos de su vida, en un periodo especialmente exitoso de su carrera, le pasaron factura y a estas alturas lo tiene más que asumido. Es algo que no le pesa ni le amarga, sino que se ha convertido en una línea de investigación más. «Vida y trabajo interactúan. El arte es un compromiso, una forma de estar en el mundo. Eso lo viví en casa». Nunca se ha planteado dejar Bilbao. Le tira mucho la familia, con tres hermanos que adora. Entre ellos, el escritor Galder Reguera Olabarri.
Joaquín Trincado Productor de cine
Azucena y Violeta Trincado nunca entendieron muy bien de pequeñas a qué se dedicaba su padre. Era algo natural que la casa estuviera llena de guiones y cintas de vídeo. Cuando iban a Madrid, los amigos de sus aitas eran gente como Javier Krahe, Antonio Resines y El Gran Wyoming. Las hijas de la directora Ana Murugarren y Joaquín Trincado, el productor esencial del cine vasco que dio la primera oportunidad a Enrique Urbizu y Álex de la Iglesia, siempre se han encontrado cómodas con adultos. Sobre todo si pertenecen a esa patria sin nacionalidad que es el mundo del cine, al que ellas parecían condenadas a formar parte.
Aquellas gemelas que pululaban por los rodajes de la factoría Trincado hoy tienen 28 años y han roto las amarras con Bilbao y la familia. Azucena ya habla con acento tras cinco años en Estados Unidos. Realiza el doctorado en la Universidad de California en Santa Bárbara y se ha casado con una estadounidense. Su padre, que también estudió en América, la animó a probar suerte en el extranjero. Sus trabajos como actriz, guionista y auxiliar de dirección en las producciones paternas ayudaron a que en la universidad se fijaran en ella. «Todos los recuerdos de mi infancia están mediados por el cine», rememora. «Veíamos en televisión clásicos en blanco y negro: los hermanos Marx, 'To be or not to be'… A los once años empecé a entender a qué se dedicaba mi padre y que en el cine cada persona cumple un rol».
Por su parte, Violeta fue script en 'Tres mentiras' y 'La higuera de los bastardos' y dirigió un corto antes de darse cuenta de que, como su padre, lo suyo era la parte financiera del cine. Cursó un máster en distribución y hoy trabaja vendiendo esas telenovelas turcas que arrasan en audiencia. «Me paso el día cruzándome whatsapps con mi padre sobre audiencias y cifras, somos dos friquis», apunta Violeta. «Mi padre es una de las personas más inteligentes que conozco».
Joaquín Trincado, que estrena 'El hotel de los líos' el viernes, se ruboriza. No podía imaginar cuando llevaba a sus hijas a ver 'Tarzán' a los Mikeldi cuatro veces seguidas que ese vínculo seguiría casi treinta años después. «No he sido un padre Cebolleta, ni tampoco me puedo definir como amigo. Pero mantengo una conexión intelectual con ellas. Es como si la diferencia de edad se fuera achicando según pasan los años».
Félix Goñi Bioquímico
Fue padre a los 35 años y lleva casi 50 consagrado a la docencia. Ahora tiene 71 y dos nietos. «¿Los hijos? Nunca se sabe. Pueden tener los mejores modelos en casa y en la escuela, pero luego... salir un horror. Y también sucede lo contrario», reflexiona Félix Goñi (San Sebastián, 1951), bioquímico, cirujano, barítono especializado en recitales de Lied y canción francesa, apasionado de la pirotecnia y promotor del concurso de fuegos artificiales de la Aste Nagusia. Siempre le ha cundido el tiempo.
Sus dos hijas, Inés y Helena, de 36 y 32 años, no han podido evitar seguir el ejemplo que veían en casa. «Tanto mi mujer, Alicia Alonso, como yo hemos trabajado como burros. Las niñas nunca mostraron la menor inclinación por la Bioquímica, en parte para tener otro tipo de vida. Pero se han tenido que machacar igualmente. Les dimos plena libertad para decidir; eso sí, hicieran lo que hicieran, debían ponerle empeño».
Inés Goñi está casada con un jugador internacional de ajedrez y concilia la vida familiar (tiene dos hijos, de seis y dos años) con su trabajo a jornada completa como profesora de ruso en la UPV/EHU y la actividad como cantante de la banda Mississippi Queen & The Wet Dogs, corista de los Travellin' Brothers y miembro del coro de góspel Goizargi. «No es fácil pero yo creo que en esto también le debo mucho a mi padre. Soy optimista por naturaleza». Una actitud emprendedora y enérgica que comparte con su hermana menor.
«Mi padre nunca me quitó la ganas de hacer nada. Siempre me ha animado, ya fuera en los estudios de flauta travesera o Bellas Artes», recuerda Helena en conversación telefónica desde Nueva York donde se gana la vida como artista y fotógrafa 'freelance'. Allí se trasladó en 2021 con una beca Fullbright que le permitió completar un año académico en el Centro Internacional de Fotografía. «¿Cuál es mi meta con la cámara? Investigar a fondo y reflejar la vida de mi entorno. En muchos sentidos no me alejo tanto de la dinámica de acierto y error de la Bioquímica».
Félix Goñi está tranquilo: «Mis padres, que eran comerciantes, no se relajaron hasta que me hicieron catedrático. No veían claro mi futuro. Yo, en cambio, no me preocupo. Las niñas saben lo que hacen».
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