abraham de amézaga
París
Martes, 11 de mayo 2021, 00:05
La historia comenzó como una película romántica. Tras una conferencia en Buenos Aires, Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) quedó prendado de una de las asistentes, Consuelo Suncín Sandoval (1901-1979). Gracias a su trabajo en la Aeroposta Argentina, le invitó a dar un paseo ... en avioneta. Ahí se forjó una pareja que se convertirá en mítica. «Ella no cesó de admirar y consolar a lo largo de toda su vida» a aquel «inmenso poeta del cielo», en palabras de Alain Vircondelet, especialista en la obra del escritor.
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Para conocer la relación íntima entre ambos, acaba de ver la luz en Francia 'Correspondance 1930-1944', que recoge más de 150 cartas y telegramas que la pareja se cruzó desde el inicio de su relación hasta la desaparición de Saint-Exupéry en el Mediterráneo, hace 77 años. Una unión más epistolar que física, y sobre todo plagada de sobresaltos.
Fue una pareja moderna para su época, que tuvo «una vida trepidante y nómada», como recuerda en el prólogo Martine Martínez Fructuoso, esposa del que fue secretario personal de Consuelo y su heredero. Cada uno poseía «una identidad propia y su terreno personal», hasta el punto de que llegaron a vivir en apartamentos separados.
La primera misiva del aviador, en Buenos Aires, parece el preámbulo de lo que será 'El principito'. «Recuerdo una historia no muy antigua, la cambio un poco: érase una vez un niño que había descubierto un tesoro. Pero este tesoro era demasiado bonito para un niño que no podía comprenderlo con los ojos y cuyos brazos no podían contenerlo. Por eso, el niño se volvió melancólico». Si algo le pesará, es no haberle dedicado su obra más famosa a quien se la inspiró. Y es que Consuelo era la famosa rosa con la que el principito entabla una relación de amor puro.
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Fue un amor tormentoso, debido a las infidelidades del escritor. En cierta ocasión, una de sus numerosas amantes ( Nelly de Vogüé, Sylvia Hamilton, Natalie Paley...) acudió al hospital a visitarle, coincidiendo allí con su esposa, que le perdonó esta y el resto de infidelidades. «Te amo a morir», le confesó en julio de 1940, atada a un amor que en ocasiones se torna en pesadilla.
Durante el exilio de Saint-Exupéry en Nueva York, entre 1941 y 1943, las cartas cobran un duro cariz, con reproches muy presentes. Está convencido de que Consuelo prefiere «la separación total», a lo que ella responde que la vida «me mata por culpa de la espera infinita de nuestra felicidad». Muchas de las epístolas están escritas utilizando el usted, en lugar del tú. Si él tiene por costumbre en los momentos de pasión y dicha llamarla 'mi Consuelo', 'mi pequeña' y 'mi amor', ella se dirige a él como 'mi Tonnio', 'Tonito' y 'Mi Quetzal'.
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