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El doctor Burgueño intenta averiguar las razones que han llevado a Pacífico Pérez, un ser hipersensible, a matar. Esa búsqueda guía 'Las guerras de nuestros antepasados', la versión teatral de la novela de Miguel Delibes, que podemos contemplar este fin de semana en Bilbao. El ... Teatro Arriaga acogió este jueves la presentación de uno de los hitos de la temporada y que ha supuesto el premio Talía al mejor actor protagonista para Carmelo Gómez (Sahagún, León, 1962). El actor comparte la escena con Miguel Hermoso en esta pieza adaptada por Eduardo Galán y dirigida por Claudio Tolcachir.
-A usted se le puede adjudicar el eslogan publicitario de una cerveza, aquel que dice 'donde va triunfa'.
-No bebo cerveza, pero me gusta. ¿Triunfa? A mí me ha costado mucho triunfar en el teatro, porque, aunque lo había hecho antes, es ahora, en la última etapa de mi carrera, cuando he querido volcarme en él. Me ha costado muchísimo recibir premios y ya ni te cuento que vayan mis compañeros a verme. El reconocimiento me ha venido con esta función, pero yo he hecho cosas que estaba a la misma altura. 'A vueltas con Lorca' fue un antes y un después.
-¿Qué supuso esa función?
-Entenderme como actor de teatro, que lo soy y lo he sido siempre, pero el cine me desvió. Me interesa desde el performatismo, no a partir de una concepción del teatro a la italiana en el que eres un personaje. Tú eres el transmisor de algo que es un poeta que tiene muchos personajes, muchas ideologías y muchas miras de mirar un mismo hecho. Te sientes un poco Dios moviendo todo eso.
-El cine y el teatro parecen compartimentos estancos sin flujos de intérpretes.
-Se nos encasilla y la producción te llama para determinadas cosas. Si eres dramático, dramático hasta que terminas. Has de demostrar más registros saliendo de la estructura comercial. La única forma es como he hecho yo, con un remolque y por mi cuenta. Jamás pensé que podría hacer un monólogo, ahora estoy cualificado aunque no es lo que más me gusta porque implica un hombre consigo mismo, es muy poca cosa, y yo quiero manejar a cientos de personajes en uno solo.
-¿La obra habla de la guerra o de la violencia como parte integrante de nuestra naturaleza?
-Habla de la guerra como tema fundamental. Delibes sabe que tiene que haber un tema central y sobre eso gira todo lo demás. El objetivo es abordar la violencia sobre el hombre, del hombre sobre el hombre y contra la naturaleza, y como esta es violenta con el hombre por haberla tratado mal. También contra los animales, hay un alegato a su favor, no se puede tener empatía por la vida si no la tienes con los animales. Yo soy hijo de un campesino y he visto tratarlos a palos para conseguir mayor rendimiento. Esas maneras se normalizan porque son eso, animales, pero si empezamos así, diremos que porque son criados o porque es simplemente mi mujer, en suma otro que no soy yo. En este hedonismo brutal en el que estamos metidos parece que los demás no existen.
-Pacífico recibe la herencia belicista de su padre, abuelo y bisabuelo. ¿Hemos roto esa cadena ancestral?
-No, ahora poseemos máquinas de matar infinitamente más precisas y destructivas, pero el fin es el mismo, matar al otro que no es como yo. Ha vuelto algo que creíamos erradicado, la nostalgia, la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor cuando lo cierto es que hubo cosas malas que no deberían repetirse. Los populistas lo utilizan, pero es mentira. El hecho cultural tiene un compromiso con lo bello, pero también con lo social y debe contar aquello que no nos gusta. La función nos ofrece un buen paseo al respecto.
-Algunos candidatos del actual proceso electoral nos han devuelto a tiempos de violencia que parecían superados.
-El ángel de la historia, personaje que rescata Walter Benjamin, se empeña en despertar a los muertos. Cuando no hay discurso, los políticos se agarran a la idealización de lo que no ocurrió. Es triste y lamentable.
-¿Qué comparte con Pacifico, su personaje?
-Casi todo tiene que ver conmigo. No hemos hecho un dibujo externo y distante, sino que hemos entrado a la razón de esos comportamientos Es psicología, no tan sólo un simple relato. Ese hombre se encuentra en un entorno en el que si no tienes una guerra no es un sujeto completo, un comportamiento excéntrico que puede recordarnos a García Márquez en 'Cien años de soledad'.
-El nombre de Carmelo Gómez nos remite al cine, pero usted parece mencionarlo con cierto resquemor.
-Resquemor porque ellos me llamaron, no yo a ellos, y luego me dijeron que me marchase. Te entregas y luego la empresa te achaca que tienes reuma, y dices oiga que este trabajo consiste en estar todo el día en el agua, pero ellos replican que con reuma no te quieren y te molesta porque lo has hecho por esas siglas. Suena a frustración y yo no quiero padecerla. La gente tiene miedo a decir algo malo sobre el cine como si fuera un ente intocable. En este momento es, descaradamente, una empresa que piensa en beneficios, no tengo sensación de creación. Me hubiese gustado continuar, pero me hubiera perdido a Lorca, Delibes y todo lo que me está pasando.
-Los protagonistas de la pantalla ahora son jóvenes, guapos y muy activos en redes sociales.
-¡Y no tienen reuma! Hay una cuestión social. Estamos en la sociedad del espectáculo, de construir constantemente un discurso que tenga que ver con lo espectacular, simplificando todo por necesidades de la globalización. Los mensajes son impactantes y breves. El cine cuesta mucho dinero y tienes que recuperarlo o desaparece. Hoy no hay Buñueles porque no les dejan lugar.
-¿Ha cerrado la puerta al cine o la mantiene entornada?
-Está cerrada la posibilidad de que yo vuelva al cine como actor. No me apetece. Las formas que hay de trabajar hoy son incompatibles conmigo. Necesito ensayar, madurar los personajes seis meses antes de rodar, y si no te dan eso no puedes estar. Yo concibo el cine como un trabajo de orfebre.
-¿Se imagina una humanidad más cooperativa y menos violenta?
-Si seguimos existiendo es porque hay una necesidad del otro, si no hace ya tiempo que nos habríamos comido entre nosotros. Animaría a los jóvenes a que volviesen a los cauces de la cultura porque hallarán una versión distinta de los hechos. Los veo aburridos, sólo se divierten haciendo el bestia o con el exceso sexual. No les veo en los teatros y los museos. ¿Sabéis lo que os estáis perdiendo, chicos?
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