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Con Carlos Areces (Madrid, 1976) se pueden estar horas hablando de cómics, por algo atesora una de las colecciones de tebeos más espectaculares del país. También es un especialista en fotografías post mortem y un cantante ocupadísimo con Ojete Calor, su grupo de 'subnopop' que ... nació como una broma y ha acabado llenando el Wizink Center madrileño.
Sin embargo, Areces es popular sobre todo por sus trabajos actorales en series cómicas como 'Muchachada Nui', 'La que se avecina' y 'Muertos SL', así como por sus magnéticas composiciones en películas de Álex de la Iglesia y del mismísimo Pedro Almodóvar, con quien rodó 'Los amantes pasajeros'. Este sábado charló con el periodista Bruno Pardo en el Festival Ja! de Bilbao, al que acude por tercera vez.
–El Ja! celebra el humor «entendido como expresión de la inteligencia, la civilización y la alegría de vivir».
–A mí no me sale decirlo tan bonito, yo diría que el humor mola porque oxigena. Saber reírse de uno mismo es un síntoma de inteligencia, algo fisiológico. Cuando me topo con alguien que no tiene sentido del humor siento una inconexión absoluta. Por eso cuando encuentras a una persona con la que compartes los chistes no la tienes que dejar escapar. Me da rabia cuando se dice que el humor es necesario en tiempos de crisis: lo es siempre, es inherente al ser humano.
–Su filmografía alcanza ya casi los 90 trabajos entre películas y series. ¿Cuando era El Bonico del To en 'Muchachada Nui' pensaba que iba a llegar tan lejos?
–Mi objetivo siempre fue el cine, pese a que estudié Bellas Artes. Imagen y Sonido era muy técnico; Arte Dramático, con esos textos tan densos, no iba con mi espíritu; y como tenía facilidad para dibujar hice Bellas Artes. Ahora me cuesta mucho ponerme en la piel del que era en 'Muchachada Nui' hace veinte años. Vivo en una continua y perpetua insatisfacción porque siempre quiero más, mis expectativas van por delante de mi situación. No sé si hay alguien que diga en la profesión, qué bien, hasta dónde he llegado. Yo pienso que no he rodado con Tarantino, ni con Angela Lansbury.
–Es ambicioso a nivel profesional.
–Antes de dedicarme a esto, los dos directores con los que más ganas tenía de trabajar eran Almodóvar y Álex de la Iglesia. El día que descubrí 'Pepi, Luci, Bom...' tenía 13 años. Un amigo la había grabado de la tele. Me sé sus diálogos de memoria. Y tengo grabado a fuego ver en sesión de madrugada 'Acción mutante'... ¿Pero eso se podía hacer en España? De repente, había alguien al otro lado que te entendía. Ciencia ficción y humor. De cada línea de diálogo podías extraer los cómics que el director había leído de pequeño. Inevitablemente normalizas trabajar con Almodóvar y Álex de la Iglesia. Le he dicho a Alberto Rodríguez que me tiene a su disposición, pero no ha dado resultado.
–¿Y en el extranjero?
–Por supuesto. Ha habido proyectos que se fueron diluyendo. Me llamaron para una película de Ridley Scott, 'El consejero', con Cameron Diaz, Brad Pitt, Penélope Cruz, Javier Bardem, Salma Hayek... Mi secuencia era con Michael Fassbender y no pude hacerla porque estaba rodando 'Los amantes pasajeros'. Curiosamente, mi papel lo hizo Rubén Blades, un señor de 76 años cuando yo tenía 35. A lo mejor no me habían visto bien... También me hizo ilusión que me llamara Todd Solondz para 'Love Child', que se iba a rodar en España con Penélope (Cruz).
–En los 90, se colaba en los estrenos de los cines de la Gran Vía en Madrid para hacerse fotos con los actores.
–Así es. Había más de una docena de salas en la Gran Vía. Quedaba con un amigo los jueves y elegíamos los estrenos españoles, porque iban los actores. Siempre sobraba alguna entrada y nos la daban. Era una época sin móviles y podías pedir una foto. A partir de 1995 me fui a estudiar a Cuenca, pero los años anteriores fui al estreno de 'Misión imposible', 'Asesinos', 'Tesis', 'La flor de mi secreto', 'El día de la Bestia'... Tengo fotos con gente con la que después he trabajado y ahora son amigos: Carmen Maura, Bardem, Santiago Segura...
–Muchos de sus personajes son seres mezquinos. ¿Se siente a gusto con ellos? ¿No tiene ganas de hacer otro tipo de papeles?
–Un galán, ja, ja. No. Los personajes mezquinos son mucho más divertidos. Y para mi sorpresa me resultan extrañamente cercanos. Cuando tengo que hacer de cabrón egoísta compartimos cosas. Sé dónde escarbar. No sé qué dice esto de mí como persona.
–Dentro de poco le veremos como Paco Porras en 'Superestar', la serie de Los Javis y Nacho Vigalondo sobre Tamara, actual Yurena, y su círculo de friquis.
–¿Sabes que me encontrado con Paco Porras después de rodar la serie en un restaurante de mi barrio, Carabanchel? La serie es una ficción inspirada en estos personajes y en las mentiras que contaron, pero los trata con mucho cariño. Cada capítulo está dedicado a un personaje. Te va a sorprender y a emocionar, porque no es el tono que usaba Cárdenas. Ellos formaban parte de un circo conscientemente y aceptaban un papel, quizá Tamara la que menos.
–¿Lo de Ojete Calor se le ha ido de las manos?
–Sí. No deja de ser una broma privada. Encima de un escenario me lo paso muy bien, pero no disfruto de los viajes, de las horas intempestivas de concierto... Cuando empezamos no nos conocía nadie, teníamos que salir corriendo y nos pagaban tres duros. Ahora pones un pie en el escenario y se saben las canciones. Eso te da un subidón...
–Ha estado en 'La Resistencia' y en 'El Hormiguero'. ¿Qué le parece que se haya polarizado hasta el entretenimiento en esta guerra de audiencias?
–La polarización la llevo bastante mal, es el infierno de nuestros días. Si te gusta 'El Hormiguero' disfrútalo y si lo tuyo es Broncano, pues igual. Plantearlo como una lucha entre el bien y el mal me pilla muy lejos. Yo tengo mi preferencia como espectador, pero no creo que se sea mejor o peor persona dependiendo de qué programa veas. No entiendo la defensa de la libre expresión según qué elijas, es una caricatura.
–¿Qué comic salvaría si hubiera un incendio en su casa?
–Qué difícil... Por pura nostalgia, el número 1.394 de 'Pulgarcito', en el que aparece por primera vez una historieta de Mortadelo y Filemón. Ahí nace la piedra angular del cómic español. El cómic por el que más he pagado, 1.600 euros, es el número uno de 'Pulgarcito' de la quinta época. También tengo el número uno del 'TBO', que es el otro tebeo español más caro. Un precio ridículo si lo comparas con cómics americanos: el número uno de 'Los Cuatro Fantásticos' se vendió por millón y medio.
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