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Resulta sorprendente pero Juan Echanove debuta en la comedia teatral. «Sólo la hice al principio, cuando nadie me veía», confiesa el actor, decantado por los personajes complejos y oscuros, «aquellos en el lado malo de la historia». La experiencia del confinamiento y los teatros desolados ... lo empujó a cambiar el rumbo y alcanzar la orilla optimista. «Me atrajo la idea de hacer una alta comedia con formato de vodevil», explica. La adaptación dramática de 'Ser o no ser', la mítica película de Ernst Lubitsch, ha satisfecho esa pretensión. Desde hoy y hasta el próximo domingo, el Arriaga ofrecerá una función ambientada en un teatro de Varsovia durante la ocupación de Polonia por Hitler. «Y, entonces, Putin invade Ucrania. ¿Cómo decirle a la gente que no lo hemos buscado? Lo cierto es que lo que creíamos acabado está más cerca de nosotros de lo que nunca pensamos», advierte.
- ¿Cómo se transita del cine al teatro?
- Lo primero es encontrar una película que, por lo menos, tenga un embrión de dramaturgia teatral. Tienes que volver a la mesa de montaje, desarmarla entera y conseguir que en ese cultivo aflore lo teatral y que lo cinematográfico sea, en todo caso, un recurso, no una línea narrativa. Así te das cuenta de que el arte de lo visual puede convivir de la mano del arte de la palabra. Por supuesto, el producto de origen debe ser bueno y está claro que directores como Charles Chaplin, Billy Wilder o el propio Lubitsch eran expertos conocedores del teatro contemporáneo europeo.
- Los amantes del teatro son extraordinariamente fieles.
- Es verdad. La fidelidad es la única manera que tiene de sobrevivir frente a un mundo complicado por las Redes, la exaltación del anonimato y el encumbramiento del yo frente a la sociedad. El teatro no es de consumo y no sé si eso lo expresamos bien. No creo que haya crisis en el teatro. Lo que ocurre es que no explicamos al espectador que lo que ve es único e irrepetible, placer que no hallará en el cine y la televisión.
- Este proyecto es fruto del confinamiento. ¿El escenario sigue sufriendo los mismos problemas estructurales en tiempos de pospandemia?
- Siguen y el fundamental es que en el último censo éramos más de 17.000 actores y actrices. Entre el 85% y 90% no puede vivir de ello porque cada vez hay menos producción, Antes se venía a Bilbao dos o tres semanas y ahora sólo cuatro días, y en ciudades como Burgos se celebra una sola función. Una compañía puede hablar de éxito con una gira de veinte bolos, cuando antes era sólo el calentamiento y me refiero a antes de la pandemia.
- ¿Por qué ocurre esto?
- Cuando algo no entiendes se trata, en un 90% de los casos, de un problema de dinero. Ahí se advierte la importancia que se le da a los teatros dentro de los presupuestos cultural o el interés por dinamizar los espacios públicos, edificios bonitos pero que exigen muchos recursos. No me cansaré de repetir que la cultura es un bien de primera necesidad, aunque te frustras al ver que el teatro deja de tener sitio en colegios y universidades, y se hace muy complicado recuperar ese público. Su salvavidas es que lleva miles de años existiendo, pero necesita mucho más apoyo.
- ¿La clase política carece de sensibilidad suficiente?
- Es tan deficiente como nosotros mismos. Si los ciudadanos manifestaran esa necesidad lo tendrían en cuenta, pero vivimos en un mundo tan apaleado que comprendo que la gente se preocupe más por tener un bar para tomar una cerveza o un partido de futbol en abierto. Pero que no digan que es caro ir al teatro porque cuesta lo mismo que unas hamburguesas y, además, hay precios especiales por todo.
- ¿Cuándo se toca el cielo profesional uno vive ajeno a la crítica?
- El éxito hace que te miren más y sean más exigente contigo, pero estoy acostumbrado y siempre he hecho un ejercicio de dar a las cosas la importancia que tienen. Lo que más me interesa de mi trabajo es hacerlo, no soy una persona que disfruta socialmente del hecho de ser actor, todo ese glamour lo desprendí de mi vida. Soy una persona absolutamente normal que viaja un 80% de los días del año. La inseguridad en el escenario no lleva a nada bueno. Sentí el placer de no sentir los nervios y lo he cultivado.
- Defiende la conexión del teatro con los movimientos sociales. ¿La crisis económica ha provocado que ahora la profesión se ponga de perfil para no molestar a la Administración?
- Los que sufren ni siquiera se plantean esa relación. Yo provengo de la generación de la Transición y nuestra participación activa frente al país que se construía era más definitoria que lo que vivimos ahora. Hoy padecemos mucha decepción y escepticismo porque esto no cambia nunca. El teatro es un espejo de la sociedad y donde ella viene a verse a sí misma. Eso no lo va a encontrar en el cine.
- Si colocamos su nombre en un buscador y añadimos la palabra polémicas encontramos un buen número de entradas.
- Mi nombre está asociado a la polémica porque un día le planté cara a un fascista como Jesús Gil y siempre he sido un echado para adelante para bien o para mal. Es cierto que me llamaban de muchos programas, pero el año pasado decidí no volver a acudir a ninguno de este tipo porque en el fondo no valen para nada, son absolutamente insatisfactorios y les importa poco tu opinión. Hay una tendencia a consumir información y tú entras en la misma trituradora de carne. A partir de ahora, hablaré del entorno cultural de mi trabajo y del social que desarrolla su existencia, nada más.
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