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La vida de un artista se resumía para Fernando Botero en la búsqueda de un estilo, «de algo distinto y radical que tendrá que defender ... con su obra de una manera casi sectaria». Lo dijo el creador colombiano en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, en la inauguración el 8 de octubre de 2012 de su muestra 'Celebración'. ¿Qué celebraba? Su 80 cumpleaños. ¿Y cómo? Con 80 obras, desde luego singulares, características de un pintor al que se conoce por sus figuras voluminosas.
«No he pintado un gordo en mi vida. Jamás he hecho un comentario social sobre la gordura en mi obra. Si así fuera, entonces también podría decirse que he pintado manzanas y caballos gordos, y eso no tiene sentido. Mi interés ha consistido en celebrar las formas generosas y monumentales. Sí, he creído que tenía que ensalzar la monumentalidad», zanjó el colombiano para echar por tierra los habituales comentarios sobre sus criaturas.
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Botero envió como aperitivo de su exposición su 'Caballo con bridas', que desde el 20 de septiembre se aposentó a las puertas de la sede de la BBK en la Gran Vía. Era la obra número 80 del conjunto de la muestra, de grandes dimensiones, moldeada en bronce y con un peso de 1,6 toneladas. Antes, ya había colocado sus piezas escultóricas en espacios públicos como los Campos Elíseos de París, la Quinta Avenida de Nueva York y el Paseo de Recoletos de Madrid.
En junio de ese año, Subastas Bilbao XXI, con sede en Erandio, sacó a la venta una escultura del creador, producida en 2000, con un precio a partir de 190.000 euros. Representaba una mujer tumbada, que sostenía la cabeza con uno de sus brazos. No encontró comprador.
Colombia, los curas, el circo, los clásicos de la pintura, las torturas de Abu Ghraib y los bodegones, todos ellos temas destacados su trayectoria, dieron forma a los cuadros de la muestra, comisariada por su hija, Lina Botero. El pintor dijo que su arte era «sensual y amable», aunque hubo espacio para asuntos tan incómodos como la violencia en Colombia o las torturas en la cárcel de Abu Ghraib.
Contó que la religión le quedaba muy lejos, pero que le gustaba pintar curas por el colorismo de sus casullas, especialmente las rojas, y subrayó la importancia de las imágenes del Cristo crucificado en los siglos que más le interesaban, el XIII y el XIV. De hecho, el aportó uno a la exposición. También los colores del circo tenían para él un atractivo especial, como lo demostró en sus lienzos.
«Es una persona encantadora. Ha sido muy fácil tratar con él, lo que no siempre suele ser el caso en el mundo del arte», recalcó el entonces director del Bellas Artes, Javier Viar.
Su influencia consiguió que el Bellas Artes de Bilbao lograra su récord anual en 2012, 295.655 visitantes, y ha sido una de las visitadas de su historia. Dada la popularidad de la muestra, el museo prorrogó las fechas de exhibición durante tres semana, hasta el 10 de febrero de 2013.
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