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nerea azurmendi
Martes, 18 de agosto 2020, 08:25
El pasado viernes, 14 de agosto, a las cuatro y cuarto de la tarde, sonaron las campanas de la iglesia de San Salvador de Altzo Azpi, en una de cuyas paredes se conservan las marcas que muestran cómo fue creciendo Miguel Joaquín Eleicegui (1818-1861) ... hasta alcanzar los 2,40 metros.
No era hora de campanas, pero los descendientes de Eleiceugi habían convenido que esa sería la manera de comunicar a los vecinos que, después de más de siglo y medio de rumores, los restos del altzotarra más célebre se encontraban a los pies del gran templo, en el osario de un cementerio diminuto que lleva más de treinta años en desuso.
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La aparición de los restos del gigante de Altzo ha traído tranquilidad a sus descendientes y una gran satisfacción al Ayuntamiento de Altzo y a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que acordaron a finales de julio emprender una investigación que permitirá saber más sobre Eleicegui. Por ejemplo, su altura exacta. Y, sobre todo, ha puesto fin a décadas de bulos y rumores que añadían misterio a la leyenda del gigante de Altzo, Altzoko Handia, pero se han revelado totalmente falsos. Como destacó ayer el alcalde de Altzo, Txomin Rezola, los restos de Eleizegi «no estaban ni en París ni en Londres; nadie los había robado o vendido... Los restos de este euskaldun mítico estaban en el cementerio de su pueblo».
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Han bastado unos pocos días para que un equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, al que se han unido de forma voluntaria profesionales del más alto nivel, haya encontrado los restos de Eleicegui donde han estado desde que falleció a los 43 años. Haciendo bueno el principio según el cual una de la formas más eficaces de esconder las cosas es dejarlas a la vista, estaban donde era lógico que estuvieran: en el osario del cementerio de Altzo Azpi, al que, como haría con otros muchos cadáveres, los trasladó el enterrador desde la cercana sepultura familiar para dejar espacio a difuntos más recientes.
De hecho, por la sepultura familiar es por donde empezaron las investigaciones el 12 de agosto y, al resultar infructuosa la búsqueda, la trasladaron al osario. Cuando a primer hora de la tarde del viernes desenterraron un fémur «extremadamente grande» ya supieron que habían dado con los huesos de un gigante cuya altura real podrá establecerse con exactitud gracias a los huesos largos que se han recuperado (los dos fémures y los dos húmeros).
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En la presentación de los hallazgos que tuvo lugar ayer en el mismo cementerio, además de Txomin Rezola, estuvieron presentes Pilar Unsain Eleizegi, descendiente de Miguel Joaquín Eleicegui, del que le separan cinco generaciones; el promotor de un proyecto que surgió de un modo inesperado, el historiador y socio de Aranzadi Carlos Almorza; Lourdes Herrasti, de la sección de Antropología de Aranzadi, que ha dirigido la excavación junto con el forense Paco Etxeberria, y la directora de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Mari Jose Telleria.
el hallazgo
Con un gran retrato de Eleicegui como testigo, ante ellos se había dispuesto una mesa acorde con las dimensiones de Altzoko Handia, en la que se había trazado la silueta de un esqueleto. Sobre el trazo negro, los huesos que se han recuperado desde que el viernes un fémur interminable les indicó que habían encontrado al que fue considerado el hombre más alto de Europa. La última palabra la tendrá el correspondiente análisis de ADN, pero un fémur de 64 centímetros parece una evidencia más que suficiente.
Todos los que vivieron el momento decían ayer que fue «muy emocionante». A la familia, según afirmó su representante, el hallazgo le ha aportado tranquilidad «porque así se terminan todas las historias». Y, hasta cierto punto, ha modificado su papel en la historia, porque haber encontrado los restos de Eleicegui ha desactivado la teoría de su venta o robo, pero ha dado paso otra.
consERVACIÓN
La apuntó Carlos Almorza, que visitó Altzo en el marco de un trabajo sobre la memoria histórica y, en las conversaciones que tuvo con el alcalde, planteó uno de esos «¿y por qué no...?» que a veces dan tan buen resultado. Según Almorza, con la aparición de los huesos no se ha aclarado un misterio, sino que se «ha cerrado la historia de una trampa». Una trampa concebida probablemente por la propia familia que, tratando de proteger los restos de Miguel Joaquín y de ahuyentar a gente poco deseable, les dio sepultura y comenzó a difundir el rumor de que habían desaparecido.
PATOLOGÍAS
Lourdes Herrasti, por su parte, destacó el buen estado en el que se encuentran los huesos teniendo en cuenta el tiempo que han pasado en contacto directo con la tierra. En vida, sin embargo, fueron una constante fuente de sufrimiento para Altzoko Handia, que se quejaba de fuertes dolores y lo hacía con motivo, ya que a simple vista han advertido «una avanzada artrosis y osteoporosis».
El hallazgo ha sido tan repentino que todavía no se ha establecido un calendario de trabajo, y tampoco se han tomado decisiones acerca del destino de los restos de Eleicegui. El equipo seguirá unos días trabajado sobre el terreno, y el alcalde adelantó que tal vez puedan dar a conocer algún plan más concreto en una comparecencia que tendrá lugar el 5 de septiembre.
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