Un basauritarra que vuela muy alto
Con 19 años ·
Martín Díaz Álvarez, formado en la Escuela de Igor Yebra y el Mariemma de Madrid, ya tiene contrato en el Royal Ballet de LondresSecciones
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Con 19 años ·
Martín Díaz Álvarez, formado en la Escuela de Igor Yebra y el Mariemma de Madrid, ya tiene contrato en el Royal Ballet de LondresMide 1.83 metros y pesa 66 kilos. Unas medidas muy bien proporcionadas, en un cuerpo de gran flexibilidad y elegancia. Es una herramienta de trabajo que no deja de pulir hasta la extenuación. Hasta 14 horas diarias llega a trabajar en el Royal Ballet ... de Londres. «Aquí estoy en calidad de 'aprendiz'. Me han hecho un contrato de un año con el programa Aud Jebsen Young Dancer. Si todo va bien, cabe la posibilidad de entrar en la compañía», explica el joven basauritarra Martín Díaz Álvarez (Bilbao, 2003), en conversación telefónica desde Londres. Esta temporada se le puede ver en la Royal Opera House, en títulos tan clásicos y populares como 'La Cenicienta' y 'La Bella Durmiente', así como en piezas contemporáneas de la talla de 'Woolf Works', del coreógrafo Wayne McGregor. En junio, marcharán de gira a Japón y confiesa que se muere de ganas de actuar en Tokio y Osaka.
De momento, forma parte del cuerpo de baile, no asume roles protagonistas pero todo se andará. Tiene 19 años y ya está encarrilado en la élite mundial, siguiendo los pasos de la guipuzcoana Itziar Mendizabal y del barcelonés David Yudes, los únicos profesionales españoles que actualmente siguen deslumbrando en el Royal Ballet tras la retirada de la madrileña Laura Morera, con 45 años. La vida laboral es muy breve en su gremio. Ni el cuerpo más dotado resiste tanta exigencia física más allá de la cuarentena. Todo el mundo debe barajar un plan B y en su caso tiene claro que le gustaría montar una academia, «a ser posible en Euskadi».
Sabe bien lo importante que es caer en buenas manos para explotar el potencial que se lleva dentro. En su caso la danza es una apuesta personal y muy temprana. «A los diez años, ya quería ser bailarín. No me veía de mayor en otra cosa. ¡El ballet llenaba mi vida!». Sin antecedentes artísticos, su padre es periodista y su madre trabaja como gerocultora, ha contado siempre con el apoyo incondicional de la familia. Cuando la profesora de música en la Bizkotxalde Eskola de Basauri comentó a los padres que el chavalín tenía buen oído y sentido del ritmo, no dudaron en apuntarlo en la Escuela de Danza que tiene Igor Yebra en Bilbao.
2010-17. Escuela de Danza de Igor Yebra, en Bilbao.
2017-18. Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma, en Madrid.
2018-19. Royal Ballet Lower School, en Londres.
2019-22. Royal Ballet Upper School, en Londres.
2022-23. Contrato de un año en el Royal Ballet de Londres como parte del programa Aud Jebsen Young Dancer. Cabe la posibilidad de renovación.
«Entré a los siete años y me pasé el primer mes llorando. Pero no solo aguanté, sino que luego no dejé de mejorar y mejorar». En cuanto vio que su cuerpo respondía, que poco a poco se transformaba y le permitía expresar todo lo que llevaba dentro, dejó de protestar y se volcó en los ejercicios. Además de las enseñanzas de Yebra, sacó mucho provecho de los consejos de la maestra Anna Generalova, que también imparte clases en el centro del bailarín y le introdujo en la disciplina de la escuela rusa. «Sin ella yo no estaría aquí. Me moldeó y me marcó a fuego. Solo tengo palabras de agradecimiento».
Titulada en la Academia Estatal de Cultura de San Petersburgo, Generalova le inculcó la importancia de «la expresión, la sensibilidad y el detalle». Para Díaz Álvarez, la espectacularidad acrobática y el poderío meramente muscular nunca han sido una prioridad. No le interesa mostrarse como un campeón olímpico, sino como un artista. En el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma de Madrid, donde estudió entre los 13 y 14 años, así como más tarde en la Royal Ballet School, que lo admitió tras ganar en el prestigioso concurso World Dance Fair, no ha dejado de profundizar en esa línea. «Me interesa transmitir emociones, el carácter del personaje y su evolución», recalca Díaz Álvarez.
La personalidad del basauritarra se abre camino en el escenario. Osado y de línea exquisita, tiene una figura que se voltea y dobla como una espiga, al compás de la música de Prokófiev, Chaikovski o Max Richter. «Es importante sentirse arropado. Mis padres, mis abuelos y mi amama, aparte de mi hermano mayor, me han visto bailar muchas veces. ¡Incluso de protagonista! Fue en el tercer acto de 'Raymonda', en una producción estudiantil», detalla con orgullo. El nivel de los artistas graduados en la Royal Ballet School los sitúa entre los mejores de las nuevas generaciones. Ahora hay tres mujeres y dos hombres -el basauritarra entre ellos- luchando por una plaza fija en la compañía.
La competitividad es feroz pero las relaciones personales no se ven afectadas. «Tengo muchos amigos bailarines. Los hay de Francia, Australia, Japón, Canadá... Se aprende muchísimo a todos los niveles». Pese a la presión y el agotamiento, también hay tiempo para actividades relajadas, ya sean sesiones de fotos o desfiles de moda: «Hay empresas que piden expresamente bailarines. He hecho algunas cosas, no de gran proyección, y me ha gustado la experiencia».
- ¿Nunca le ha faltado voluntad para seguir adelante?
- No. Me acuerdo de niños con muchísimo talento y facultades que dejaron el ballet por los comentarios en el colegio. Una pena, me duele recordarlo. Yo no sufrí eso. Si alguien decía algo para molestarme, no me importaba. Mi vida es mi vida. Me he esforzado mucho para llegar hasta aquí.
- ¿Y qué tal en el instituto?
- Nunca descuidé los estudios. En Inglaterra, cuando ya formaba parte del Royal Ballet, me saqué el Certificado General de Educación Secundaria (GCSE).
- Se sentirá a gusto en Londres. En la capital inglesa, el ballet es mucho más popular que aquí.
- ¡Nada que ver! Forma parte del ocio normal de la gente. Vienen a vernos las familias con los niños.
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