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Aunque la relación de los vascos con la trata de seres humanos se remonta, por lo menos, al final de la Edad Media y se mantuvo hasta el siglo XIX, incluso cuando este comercio era ilegal, la cuestión fue ignorada por la historiografía porque se ... había impuesto el mito de que «Vasconia» había sido «la única región española que había quedado libre de esta lacra», como mantuvo en los años 50 el historiador Antonio Domínguez Ortiz. Pero las investigaciones realizadas sobre todo a partir de finales de los años 90 han ido documentando no solo la indiscutible participación de numerosos vascos en el tráfico de esclavos, sino la presencia de personas esclavizadas en Bizkaia, Gipuzkoa y Álava. El historiador Óscar Álvarez Gila (UPV/EHU) dialogará sobre esta cuestión con los también historiadores Alberto Angulo y Álvaro Aragón (ambos de la UPV/EHU), en el Aula de Cultura de EL CORREO el próximo jueves, 23 de enero, a las 19.30 horas en el Salón El Carmen (Bilbao). Los tres firman sendos artículos en el libro '¿Conforme a la razón natural? Perspectivas interdisciplinares de la esclavitud y otras situaciones de trabajo forzado' (Ed. Icaria), que ha coordinado el primero con Ana de Zaballa.
– ¿Por qué se ignoró esta cuestión tanto tiempo?
– Hasta hace unas dos décadas, todo el mundo estaba convencido, y digo todo el mundo, desde la gente de la calle hasta los historiadores profesionales, de que el País Vasco había sido una isla extraordinaria. El único lugar en todo el mundo occidental, en el que durante toda la Edad Moderna había estado prohibida la esclavitud.
– ¿Y de dónde venía esta idea equivocada?
– Se creía que las leyes forales impedían que pudiera haber esclavos aquí. Pero en realidad no hubo ninguna legislación que prohibiera la esclavitud. Lo que sí hubo fueron numerosas ordenanzas y decretos que prohibían la vecindad aquí de «gentes de mala raza» o «mala secta». Estas medidas podían convertirse en exigencias de expulsión de personas esclavizadas, pero no por su razón jurídica, no por ser esclava, si no por, digamos, su mácula étnica.
– Que estos decretos se repitiesen refleja en realidad que estas personas vivían aquí, ¿no?
– Exacto. Cuando una prohibición se repite una y otra vez, en realidad refleja que lo que se trata de impedir está sucediendo. Pero es que además la documentación de la presencia de esclavos en el País Vasco es abundante. Había esclavos, no en grandes cantidades, pero los había. Se compraban, se vendían, se heredaban o se liberaban, y todo esto generó un rastro documental que está ahí. También figuran en pleitos, en documentos municipales...
– ¿Como la norma bilbaína que prohibía que los esclavos pudieran llevar armas?
– Por ejemplo. Es curioso también el caso de un verdugo que tuvo San Sebastián a comienzos del siglo XVI, que era un esclavo de raza negra. El oficio de verdugo era visto como infame, y se procuraba que lo ejerciera alguien de fuera de la provincia. Así que se lo encargaron a un esclavo. Es decir, las propias autoridades que en teoría tenían que evitar la presencia de «gentes de mala raza», consiguieron un esclavo para tener un verdugo, un puesto público. Los esclavos no solo pertenecían a particulares.
– En su artículo incluido en '¿Conforme a la razón natural?' menciona el caso de un pregonero de Bilbao, también esclavo, a mediados del siglo XVII.
– Sí, se llamaba José Antonio de Nápoles. Pero este es diferente, porque se había escapado. Llegó aquí tras huir en Madrid de su propietario, Benito de Trelles, un personaje importante, marqués de Torralba, caballero de Santiago y regente del Consejo Supremo de Italia... Lo había comprado en Mesina, en Sicilia, y muy probablemente era de origen norteafricano. En todo caso, su aspecto no debía de llamar mucho la atención, porque llegó a Bilbao y desempeñó el oficio de pregonero sin problemas hasta que fue descubierto.
– ¿Qué clase de gente poseía esclavos en el País Vasco?
– Obviamente gente adinerada. El esclavo tiene una doble función, social y económica, y aquí tenía más peso lo primero. Poseer un esclavo, o más, era un signo de distinción. Hubo gente que regresó de América, enriquecida, que los traía como cosas exóticas. Con la plata o los loros. Los esclavos se poseían como un signo de riqueza. Se compraban, se regalaban, se cedían en herencia...
– ¿Algún ejemplo?
– Tenemos el caso de Antonia de Zamudio, vecina de Bilbao a fines del XVI. Es recordada porque impulsó la educación de los niños y el uso del euskera. Entre sus bienes había esclavos. Tenía una mujer negra, a la que llamaba «masa Luzia», y luego dejó a su sobrina una esclava blanca, llamada Beatriz, y otras tres que se llamaban Anica, Juliana y Leonor.
– ¿Y cómo se adquirían?
– Había mercados en muchísimos sitios, en Barcelona, había en Sevilla, había mercados en Madrid... Aquí, como la venta era menor, no había un mercado de esclavos fijo, constante, pero se hacían ventas.
– Hay documentos de manumisión, amos que acaban liberando a sus esclavos. ¿Qué pasó con ellos? ¿Se les pierde la pista?
– El problema aquí es que una vez liberado el esclavo recibía el apellido del amo. A partir de ahí es muy difícil seguir la pista, porque en los documentos figuran como cualquier otra persona de aquí, no hay nada que los distinga ni refleje su pasado de esclavitud.
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