
El vertido de abundantes residuos mineros ha colmatado la bahía murciana de Portman, generando balsas artificiales con agua contaminada. «Con ejemplos como este, el mar ... nos demuestra que los atentados medioambientales no son reversibles, que se pagan para siempre», advierte Noemí Sabugal. La autora de 'Laberinto mar. Un viaje por la vida y la historia de nuestras costas' hablará de ese recorrido por el litoral español con sus glorias y miserias en un encuentro que tendrá lugar hoy, a partir de las 19.00 horas, en la Biblioteca Bidebarrieta de Bilbao. El acto, incluido en el actual ciclo de charlas del Aula de EL CORREO, cuenta con la colaboración de Editorial Alfaguara y de BBK.
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La autora abordó el final de la minería en 'Hijos del carbón', su anterior ensayo, y ahora llega a las aguas bravas, sus oficios y conflictos, como la contaminación. «Me interesa el mundo del trabajo y las relaciones laborales y la manera en que nos conforma», aduce y establece una curiosa diferencia entre los dos ámbitos profesionales. «En el primero se recuperan los cuerpos de las víctimas de accidentes, mientras que eso no sucede siempre en el océano».
Ponente. Noemí Sabugal, junto a la también escritora Txani Rodríguez.
Lugar y hora. Hoy a las 19.00 horas en la Biblioteca de Bidebarrieta.
Con la colaboración de Fundación BBK.
Hemos cambiado nuestra forma de vivir el mar. «Antes era un lugar de trabajo, de peligros, se decía que tenía el brillo del acero por los ataques que llegaban desde su interior», explica y recuerda que las ciudades se construían hacia el interior para prevenirse de los asaltos piratas. «La costa era el lugar de trabajo, en los arenales, que no playas, se crearon otros trabajos, astilleros y, posteriormente, los lugares de ocio».
Cierto olvido es consecuencia de la pérdida de profesiones ligadas con el mar y de la reducción de nuestro contacto habitual. «No cogemos barcos, sino aviones para salir de esta casi isla que es España -recuerda-. Pero en otros aspectos lo utilizamos más que nunca porque nos bañamos, y antes no sabíamos nadar. Hemos privilegiado la costa por el efecto del turismo».
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Los océanos tampoco inspiran tanto la narrativa. «Menos porque la literatura es donde la vida se decanta y transforma en palabras e imágenes, y, por tanto, refleja ese cambio», indica. Menciona en este sentido a autores como Miguel de Cervantes, que conoció las almadrabas de Cádiz y luchó en la batalla naval de Lepanto. «Entonces había mucha gente trabajando en el mar y ahora menos en esa relación tan directa, pero los encontramos. Es el caso de Manuel Vilas o de la poetisa ondarrutara Leire Bilbao, hija de un pescador de altura». El mar, en cualquier caso, sigue siendo un desconocido. «Sabemos más de los canales de Marte que de los fondos marinos», alega la escritora.
La emigración establece un juego de espejos. «Más de cinco millones emigraron en el siglo XIX desde nuestros puertos y ahora se produce un debate por la llegada de extranjeros, cuando, en muchos casos, sólo llegan como una escala y el aparente volumen no refleja la realidad estadística». Además, Sabugal refleja su importante aportación a la industria pesquera, un ámbito en el que hay pocas mujeres embarcadas. «Aunque son mayoría en otras faenas como en las conserveras o el marisqueo a pie y tienen cada vez más peso en las cofradías».
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La turistificación ha transformado las costas. La hipercementación las ha urbanizado, aunque las interpretaciones del fenómeno han variado. «Muchos ecologistas prefieren el modelo vertical de Benidorm al de 'chalé-piscina-chalé' que desborda por todo el litoral y despilfarra recursos».
La polución se ha convertido así en el factor más preocupante. Además de casos tan flagrantes como Portman, existe una amplia incidencia de los residuos industriales. «Al mar lo vemos desde arriba e ignoramos lo que sucede en el interior», advierte y apunta a las olas de calor y la subida de temperaturas que amenaza la supervivencia de corales o bivalvos.
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El mar sigue siendo, a pesar de sus quebrantos, un lugar de encuentro. La conferenciante menciona al escritor Ander Izaguirre al asegurar que el País Vasco no es un pueblo de campesinos aislados, sino de navegantes promiscuos. «Los territorios marítimos siempre son espacios más abiertos al mundo», defiende.
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