«La maldad humana no tiene género»

La autora acaba de publicar 'Postales del Este', una novela ambientada en aquel centro de exterminio, construido hace ochenta años, y hablará sobre esta obra en un nuevo encuentro online del Aula de Cultura que tendrá lugar este lunes, a partir de las ocho de la tarde. El acto es fruto de la colaboración con la editorial Plaza&Janés y cuenta con el apoyo de Obra Social 'la Caixa'. Los interesados pueden acceder a la charla a través de la web de EL CORREO.

El proyecto surgió a raíz de una de sus visitas al lugar, que la periodista y escritora considera todo un museo de la condición humana. «Vi un panel con la plana mayor de las SS y me llamó la atención que sólo hubiera una mujer, pero tan perversa que sorprendía a un sádico como el doctor Mengele», explica y señala que la idea de la novela también se nutrió de un comentario sobre la existencia de fotografías, planos y documentos, enterrados por los propios prisioneros. «Porque estaban convencidos de que los nazis lo destruirían para no dejar huellas», indica y afirma que una remodelación posterior descubrió testimonios ocultos por sus numerosas víctimas.

La novela gira en torno a la peripecia de una de las presas, cercana al médico asesino y a la siniestra oficiala. «No estamos acostumbrados a personajes de mujeres con el uniforme de las SS en la literatura, la televisión o el cine, siempre son prisioneras o esposas de oficiales nazis», alega y recuerda que, tan sólo en el campo de Ravensbruck contó con más de 4.000 guardianas. «Hitler decía que el régimen necesitaba más una mujer que pariera siete hijos que una abogada».

La villana se excitaba sexualmente con los experimentos de Mengele, disfrutaba estrellando contra la pared a niños de corta edad o azuzando sus perros contra los presos. «¿Cómo se llega a este grado de perversión? Me cuesta explicarlo y lo he escrito. Lo cierto es que no dice nada bueno de nosotros», confiesa Monforte. La ficción reúne personajes ficticios con sujetos reales, como Irma Grese, otra guardiana no menos repulsiva. «El campo le parecía algo divertido, su particular parque de atracciones», explica y apunta que aquella joven hermosa, siempre maquillada, soñaba con ser modelo y actriz e, incluso, triunfar en Hollywood tras el fin de la guerra. «Eran psicópatas completamente ajenas a la realidad».

La violencia y la corrupción caracterizan la vida de Auschwitz. El exterminio de los judíos y demás minorías perseguidas era el objetivo del centro y el proceso se llevaba a cabo con el recurso constante a la humillación y la tortura.

«Himmler decía que había que destrozarlos física y psicológicamente». Además de este empeño, los nazis habitualmente distraían las joyas y el dinero de sus presas, botín que debían enviar a las arcas del Tercer Reich. Muchos alemanes permanecían ajenos a esta realidad. «Pensaban que eran granjas de trabajo, no de muerte. Unos pocos escaparon y difundieron la verdad, pero la comunidad internacional no reaccionó», lamenta la autora. «Los prisioneros veían los aviones aliados y no se explicaban su actitud».

El tiempo ha sido inmisericorde con aquel proyecto diabólico conocido como la Solución Final. Monforte advierte que una tercera parte de los actuales europeos desconoce lo que sucedió en aquellas instalaciones cercanas a la ciudad de Cracovia. «También me parece grave que los jóvenes crean que 'Bella Ciao' es la banda sonora de un serie», lamenta. «A los supervivientes del genocidio no les daba miedo recordar sino el olvido, porque el odio está en nuestro ser y si lo ignoramos, nos aboca a repetir algo similar, aunque no lo llamemos Holocausto».