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La exposición que acaba de inaugurar el Bellas Artes resume la extraordinaria historia de un empresario bilbaíno, Félix Fernández-Valdés (1895-1976), que en su piso en la Gran Vía, frente al actual El Corte Inglés, logró reunir la mejor colección de arte de España ... de la segunda mitad del siglo XX.
Lo hizo con una ambición que no conoció épocas, y así compró obras maestras de los clásicos como El Greco, Anton van Dyck, Ribera, Zurbarán, Murillo y Goya, pero también de los modernos Darío de Regoyos, Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga, Julio Romero de Torres, Daniel Vázquez Díaz, José Gutiérrez Solana o Robert Delaunay.
La muestra suma 79 obras que algunos casos nunca han sido expuestas al público, hasta ahora, y que proceden de los herederos de Fernández-Valdés, de colecciones privadas como las de Abelló, Arango y Botí, y de museos como el Prado, el propio Bellas Artes de Bilbao, el de Asturias, Valencia y el Museu Nacional d'Art de Catalunya, entre otros.
Por su trascendencia, destaca la pintura de Goya 'La marquesa de Santa Cruz' (1805), sin duda la obra más relevante de la colección por su extraordinaria calidad y por la intrincada historia de su procedencia. Valdés adquirió el retrato en 1947 por un millón y medio de pesetas al gobierno de Franco, que en 1941 había comprado el cuadro y organizado una operación para regalarlo a Hitler que finalmente no fue llevada a cabo.
Salió de España sin los permisos de exportación obligatorios expedidos por el Ministerio de Cultura, que lo recuperó en Londres en 1986 pagando seis millones de dólares (900 millones de pesetas de entonces), mucho más que el precio pagado por quien lo compró en la salida de la colección Valdes, Pedro Antonio Saorín.
Comisariada por María Pilar Silva, jefa de Conservación del Museo Nacional del Prado hasta 2017, y Javier Novo, coordinador de Conservación e Investigación del Bellas Artes de Bilbao, la exposición reconstruye la forma en que Fernández-Valdés hizo su colección. En un tiempo en el que las casas de subastas no dominaban aún el mercado artístico, se dejó aconsejar por su gran amigo el marchante, copista y restaurador Luis Arbaiza, el historiador Enrique Lafuente Ferrari, el restaurador del Prado Jerónimo Seisdedos o Isabel Regoyos, hija y nuera, respectivamente, de los pintores Darío de Regoyos y Aureliano de Beruete. Precisamente, la importante colección del pintor Aureliano de Beruete fue otra de las fuentes para la colección Valdés.
En sus años de coleccionista llegó a conservar unas cuatrocientas obras entre pinturas y esculturas, además de platería, tapices, mobiliario y otras piezas de artes decorativas. En el origen de su pasión por el arte se encuentra la figura de su tío, el también coleccionista Tomás de Urquijo, quien legó todos sus bienes a su sobrino.
Entre ellos se encontraba el 'Cristo crucificado' (c. 1577) de El Greco, seguramente reflejo de la revalorización del pintor cretense por parte de Ignacio Zuloaga y muy acorde con las profundas convicciones religiosas de Valdés, quien, junto con Zurbarán, lo consideró uno de sus pintores predilectos. Ambos pintores, El Greco y Zurbarán, están muy bien representados en la colección.
Valdés comenzó a coleccionar a finales de los años treinta, aunque la mayor parte de las adquisiciones se produjeron durante los años cuarenta y cincuenta, una época convulsa, pero de gran prosperidad para el empresario bilbaíno –tuvo negocios de importación de madera, aceite de palma y cacao en la Guinea española hasta su independencia en 1968–, que supo encontrar obras procedentes de otras colecciones nobiliarias o de conventos e iglesias en fase de dispersión.
La colección se alojaba en el número 15 de la Gran Vía de Bilbao, donde Valdés vivió desde 1920 hasta su fallecimiento. Gracias a la exposición, se han encontrado fotografías hasta ahora inéditas que muestran distintas estancias de este museo doméstico.
Se sabe, por ejemplo, que en el salón colgaban obras de El Greco, Zurbarán, Valdés Leal y Murillo, y que en la capilla dispuso, entre otras, las dos tallas policromadas de Pedro de Mena y el Van Dyck del museo de Bilbao, mientras que en su dormitorio podía contemplar pinturas de Zurbarán, Ribera y Morales. A su muerte en 1976, las obras pasaron a sus numerosos herederos y se fueron dispersando para formar parte de otras colecciones particulares e instituciones públicas.
El interés de Valdés se centró, principalmente, en los maestros de la pintura española del Siglo de Oro –El Greco, Zurbarán, Valdés Leal, Murillo o Carreño–, pero también en la pintura española medieval –con ejemplos significativos como el tríptico de Bernardo Serra, la tabla de Fernando Gallego o el tríptico de Quejana (Álava)–, sin olvidar autores renacentistas como Luis de Morales. También incorporó a la colección nombres destacados de las escuelas flamenca y holandesa como Isenbrandt, Van Dyck o Benson, muy del gusto del coleccionismo bilbaíno.
El lienzo 'Después del baño' (1902) de Sorolla se muestra al público por vez primera en esta exposición. De esta época, son también las obras de Ignacio Zuloaga, Isidre Nonell, Aurelio Arteta, Julio Romero de Torres, José Gutiérrez Solana, Joaquín Mir, Anglada Camarasa o Daniel Vázquez Díaz, con quien el coleccionista mantuvo una relación especial.
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