40 artistas miran al mar desde San Nicolás

La muestra aborda procesos ligados al océano como la globalización y el turismo, pero también sugiere interpretaciones más poéticas ligadas a las formas y el color. La cita agrupa 46 obras firmadas por 40 autores y reúne pinturas, pero también esculturas y objetos ligados a la navegación, como cartografías, sextantes o brújulas. El viaje en el tiempo comienza con un mapa de China elaborado por Ludovico Georgio fechado en 1584 y culmina en el vídeo 'Témpanos de luz' realizado por Mireya Masó en 2006 durante una expedición científica al cabo de Buena Esperanza.

No hay un solo relato en torno al mar. El itinerario parte de un lienzo de grandes dimensiones, firmado por Juan de la Corte, que da cuenta de una batalla naval y prosigue con una pieza de Agustín Ibarrola que habla del ámbito de la industria y el mundo del trabajo. La presencia vasca es importante con numerosas obras de carácter costumbrista y, asimismo, de renovadores de la Escuela Vasca, como el recientemente fallecido José Antonio Sistiaga, representado por 'Paisaje vasco actual'. Dice Chillida que ha buscado un equilibrio entre el Cantábrico, pintado por Anselmo de Guezala o Nicolás Martínez Ortíz de Zárate, y el Mediterráneo, al que alude la escultura de Susana Solano.

La exposición no resulta en absoluto previsible. El heterodoxo criterio empleado permite acceder a procesos tan diversos como al descubrimiento de Latinoamérica, el vedutismo o el cuestionamiento del eurocentrismo, gracias a la inclusión de 'Makunaima' de Lothar Baumgarten. «Hay luces y colores diferentes, desde planteamientos más académicos a volúmenes más constructivos y modernos».

No se trata de un camino empeñado en el didactismo o la figuración. Una de las salas nos conduce hasta los años setenta, a Fernando Zóbel o Eugenio Sempere y otros pintores alrededor del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, y que aquí se hallan en diálogo con el histrionismo pop del equipo Realidad o las piezas irónicas de César Manrique.

Nuestra capacidad de percepción resulta cuestionada en el audiovisual de Masó, ventana ambiental que exhibe un paisaje helado aparentemente estático. La aceleración del tiempo permite comprobar que se halla en constante transformación, como un recordatorio de esa amenaza en torno al cambio climático. Hay contrastes en los grandes horizontes de Ignacio García Ergüin, el detalle de Jesús Mari Lazkano y las aguas turbulentas de Roni Horn, artista norteamericano atraído por las costas del norte de Europa.

El final del trayecto nos conduce al momento presente, pero también mantiene ese diálogo entre las épocas y las estéticas, seña de identidad de 'Oceana'. La disparidad caracteriza la última sala, que nos introduce en el fenómeno del turismo de masas, tan ligado al litoral, según 'Los viajes' de Dis Berlin, y, poco después, nos invita a gozar del contraste entre una marina según los cánones del siglo XIX y una imagen de Gerhard Richter, maestro contemporáneo que establece una relectura del romanticismo alemán.

Alicia Chillida finaliza así un periplo en torno a las aguas más profundas. «Es una visión más del mar y puede haber muchas más en una colección con más de 9.000 piezas», aduce. «El mar es un sistema de conocimiento, pero también una proyección de sueños y empresas».