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Ningún artista menor de cuarenta años hace sombra comercial a Matthew Wong. Canadiense de origen chino, el autor se ha convertido en el valor emergente ... con mejores resultados en las subastas de arte. Según el último informe de artprice.com, sus obras recaudaron en 2022 más de 21 millones de dólares en el mercado secundario. Pero el protagonista no puede disfrutar de su éxito porque se suicidó en octubre de 2019, con 35 años. Quizás el taotie, el diablo oriental, tenga la culpa de este drama: el malogrado creador aseguraba que su vida diaria suponía una lucha continua contra poderosos demonios interiores.
La existencia convulsa del malogrado creador puede recordar a la tragedia de Vincent Van Gogh, pero, en realidad, no existen muchas similitudes biográficas. Wong vivió entre dos mundos y ambos fueron provechosos. Nacido en Toronto en 1984, su vida se antoja la de un afortunado 'millennial' hijo de una pareja de empresarios chinos emigrados a Canadá. Siendo adolescente, la familia regresó a su tierra de origen y, posteriormente, volvió al país americano para proporcionar un mejor tratamiento al joven. Padecía autismo y síndrome de Tourette, trastornos obsesivos compulsivos, paranoia y depresión.
La idea del genio conflictivo, sin habilidades sociales, y encerrado en sí mismo, no se correspondía con la realidad de un muchacho del siglo XXI. La turbulencia de su estado psicológico no le impidió alcanzar una maestría en Bellas Artes en la modalidad de fotografía en la Universidad de Hong Kong. El joven quería utilizar esta disciplina para plasmar los problemas existencialistas que le atormentaban. Pero desistió, consciente de que no era la herramienta adecuada, y probó nuevos ámbitos expresivos.
Regresó definitivamente a Canadá y la pintura fue su refugio a partir de 2014, un hallazgo al que se dedicó de manera autodidacta, intensivamente, aunque tan sólo durante cinco años. Durante tal periodo, su formación provino de lecturas y de hallazgos 'online'. Porque el éxito de Wong se sustenta sobre las redes, que empleaba con frecuencia. Tras colgar sus obras en Facebook, la respuesta fue inmediata y entusiasta por parte de los grandes de la plástica anglosajona. Entre sus mentores, destacan Matthew Higgs, director de White Columns, prestigioso espacio neoyorquino impulsor de jóvenes talentos, y sobre todo, Brendan Dugan, propietario de la galería Karma de Nueva York, donde debutó en una exposición individual en 2018.
Los extraños paisajes del joven canadiense gozaron de una cálida recepción en su presentación real. Jerry Saltz, una de las grandes figuras de la crítica de arte, aseguró que se trataba de una las más impresionantes presentaciones que había conocido. Los medios especializados le catalogaron como el nuevo Nabi, por sus similitudes con aquel colectivo posimpresionista. Su visión subjetiva y distorsionada de la realidad, el uso de colores brillantes y las texturas, le acercaban a la identidad estética de aquellos jóvenes rebeldes de finales del siglo XIX.
La obra de Wong gozaba de una mística particular que aunó tanto a la crítica, seducida por los ecos modernistas de su original propuesta, como al público. El autor, que siempre había dependido de sus padres, gozaba ya de autonomía. Pero Monita, su madre, era consciente del riesgo que suponía el éxito fulgurante y las presiones que implicaba para una personalidad tan frágil. En sus visiones de una naturaleza apabullante, el autor situaba pequeñas figuras humanas, muy esquemáticas, que podían reflejar su terrible estado de ánimo.
El pintor trabajó incansablemente durante 2019 para enfrentarse al reto de 'Blue', una exposición programada para noviembre en su galería neoyorquina. Pero había vida más allá de su estudio. El joven estudiaba filosofía, escribía poesía y amaba el cine, reconociendo su predilección por la filmografía de Quentin Tarantino. El suicidio no impidió su celebración. La muestra reunió una selección de sus peculiares naturalezas y que venían a demostrar su ardua investigación en torno al color azul.
La muerte de Wong ha supuesto la definitiva catapulta en un mercado que ya lo demandaba con fruición. Mientras su estudio en la ciudad de Edmonton prosigue como lo dejó, envuelto en el caos de cientos de tubos de pintura diseminados por el suelo y telas manchadas apoyadas en la pared, sus obras escalan en el favor de los grandes coleccionistas. En mayo, Sothebys sacaba a la venta 'The Night Watcher', con un precio estimativo de entre 1,5 y 2 millones de dólares. Su remate alcanzó los 5,9 millones y supuso un record. El Museo de Arte de Dallas le rinde un homenaje con una retrospectiva que cerrará sus puertas el próximo 5 de febrero. Vivian Li, curadora de la entidad, arguye que el sofisticado estilo del fallecido amalgamaba influencias tan diversas como el fauvismo, la pintura china de tinta del siglo XVII y el expresionismo.
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