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Pablo Tosco (49 años), fotoperiodista argentino y ganador del World Press Photo 2021, se define como retratista del sufrimiento de los civiles y no de trinchera. Hasta hace dos años documentaba, de la mano de la ONG Oxfam Intermón, proyectos de cooperación y desarrollo en ... África, América Latina y Asia. Su interés por la cámara viene de adolescente; cuando tenía 14 años y trabajaba en un videoclub en un barrio periférico de Córdoba (Argentina). «Me contrataban para grabar celebraciones y era muy interesante ver gente que quizás no tenía ni televisor estaba pidiendo que hubiese un registro fotográfico de un festejo importante para la familia. Ahí es donde conecta con la cámara. Comprendí la capacidad que tenía de generar y construir memoria, incluso momentos de intimidad».
Su paso hace unos pocos años por Yemen para retratar la hambruna, consecuencia de la guerra que sigue vigente desde 2015, ha terminado materializándose en la exposición 'Yemen: Hambre, la otra herida de la guerra' que acoge el Centro Cívico El Pilar organizado por la ONG SETEM Hego Haizea. Tosco dará una charla mañana para hablar sobre lo que hay detrás de las imágenes expuestas a las 18.30 horas.
Dar espacio a este proyecto «y que pueda trascender y explicar un poco lo que está sucediendo a través de los relatos de las personas es muy enriquecedor. La exposición fotográfica es una forma de dotar a la ciudadanía de herramientas para que puedan valorar lo que está pasando». Dentro de las cosas que más le impactaron al fotoperiodista durante su estancia en Yemen, fue la capacidad «enorme» de resiliencia de las mujeres. «De alguna forma intentan sostener y cuidar la vida en mitad del desastre». De esa cuestión nació el retrato de Fátima, la protagonista de la imagen que le hizo ganador del World Press Photo 2021. «La guerra ha hecho retroceder los derechos de las mujeres y el caso de Fátima muestra cómo ella está intentando desde su pequeño lugar cuestionar ese estatus quo».
Explicar lo que ocurre en el mundo a través del prisma de la mujer no fue desde el principio, confiesa, una decisión consciente. «Casi la totalidad de proyectos de desarrollo comunitario, de productividad, de empoderamiento que cubrí, estaban liderados y gestionados por mujeres. Fui aprendiendo cómo acercarme, como escucharlas, contar...».
Sacar una fotografía, dentro de su dificultad, es un acto mecánico, para narrar historias a través de ellas se necesita algo más. A Tosco le gusta pensar que son «fruto de un encuentro». «Es la huella de un momento en el que una persona, Fatima, Claudia, Amina... se sintieron cómodas de poder explicar, contar y compartir su historia. Mis fotos no son del instante decisivo». Le gusta la cocción lenta y se permite huir de la inmediatez. Lo reflejan sus obras, donde la cotidianidad es parte del puzzle. «Es posible porque hubo previamente un espacio de compartir y encuentro donde se generó confianza para que la cámara no fuese una intrusa».
Precisamente ese trabajo de preproducción hace que sus fotografías inviten a detenerse en las miradas que captura «Detrás de ellas hay una labor de investigación para saber qué tipo de historias podían reflejar la realidad del país». Tosco no considera que una sola imagen pueda aspirar a transformar una realidad, «no creo que sea el deber de nuestro trabajo». Pero sí que defienden el poder que tienen de poner en evidencia las injusticias, desigualdad y en contraposición las historias positivas y de resiliencia capaces de inspirar. Lejos de creer que una imagen vale más que mil palabras, es partidario de que genere cuestiones.
- ¿Jugarse la vida por una fotografía es insensato?
- Ninguna foto vale la vida de una persona. Hay situaciones que nos atraviesan, generan frustración y que dan tantísima impotencia que estás desesperado por poder contarlas y tomar la imagen, pero yo creo en la importancia de volver para compartir lo que he vivido, escuchado y visto. Porque mi oficio es ese, no quedarme en una trinchera. Además para mí, pasar por las zonas 'calientes' de la Tierra es el peaje que hay que pagar para poder llegar a las historias que me interesan, que son la otra cara del conflicto.
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