![La obra de Richard Serra para Bilbao que nadie quiso durante dos años](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/03/27/la-materia-del-tiempo-kLUE-U2101941124886ia-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Richard Serra imaginó 'La materia del tiempo' entre los andamios de un Guggenheim que todavía carecía de sus escamas de titanio. El escultor estadounidense visitó las obras del museo en marzo de 1995 acompañado de Thomas Krens, director de la fundación neoyorquina, y Juan ... Ignacio Vidarte. Tomó precisas anotaciones y fotografió la maraña de estructuras metálicas. Todavía no era oficial que una sala estaba destinada a albergar su obra, pero el Guggenheim de Nueva York ya había adquirido quince piezas suyas pertenecientes a la colección del conde Panza di Buomo, además de una escultura de su serie Prop, de finales de los años 60.
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Dos años después, Serra tuvo el privilegio de instalar la primera obra del museo que transformaría para siempre Bilbao. El encargo tomó la forma de una monumental escultura en acero corten compuesta de ocho elementos de curvas onduladas. Realizadas en una siderurgia alemana y transportadas en camión hasta Bilbao, la primera y más icónica de ellas se bautizó 'Serpiente' y está formada por tres planchas onduladas dispuestas en paralelo de 33 metros de largo y 4,5 de altura. «Lo más importante de mi pieza consiste en meterse y andar dentro de ella. Quiero que el espectador sienta el espacio interior, no que se coloque enfrente de la obra y la vea como algo autónomo», explicó el artista en la inauguración.
'Serpiente', 'Torsión espiral', 'Entre el toro y la esfera' y el resto de piezas se transforman a medida que el visitante las recorre. La sala 104 del museo forma parte del campo escultural: para Serra son tan importantes las moles de acero de 1.200 toneladas como los serpeantes e imprevistos pasillos que forman. El conjunto se llama 'La materia del tiempo' con un doble sentido: alude al tiempo cronológico que se tarda en recorrerlo y al de los recuerdos que permanecen tras la experiencia. «Esta pieza tiene un contexto muy determinado, que es el edificio de Frank Gehry. Sacarla de ahí significaría desnaturizarla», advertía su autor.
'La materia del tiempo' es hoy un elemento tan icónico del Guggenheim como el Puppy de Jeff Koons. Pero no es la primera obra suya instalada en la capital vizcaína. Cautivado por el País Vasco y sus gentes, este admirador de Jorge Oteiza ya había estado entre nosotros en 1983, cuando participó en la exposición 'Correspondencias. 5 escultores 5 arquitectos', del Museo de Bellas Artes. Su contribución se hizo ex profeso y se tituló 'Bilbao'. Constaba de dos piezas de acero corten de 9 y 7 toneladas, una encima de otra. El material se localizó en Asturias y la obra se montó en el museo.
Después de terminar la muestra, 'Bilbao' permaneció en el exterior del Bellas Artes durante dos años sin que nadie supiera qué hacer con ella. El artista se la ofreció a las instituciones a precio del coste de los materiales (200.000 o 300.000 pesetas de entonces), pero nadie la quiso. Al final, la adquirió el coleccionista Plácido Arango. En 2018, la obra pasó a formar parte de la colección permanente del Bellas Artes gracias a una donación de los nietos de Martín García-Urtiaga y Mercedes Torróntegui, empresarios vascos exiliados en México. Guardada por las obras de ampliación, «tendrá un lugar destacado en la nueva galería de escultura del atrio», adelanta Miguel Zugaza.
Juan Ignacio Vidarte tuvo «el privilegio de conocer a Richard Serra antes incluso de la apertura del Guggenheim, cuyos primeros pasos estuvieron profundamente marcados por su obra, dejando una huella que perdura entre nosotros». El director del museo bilbaíno alaba a «uno de los artistas contemporáneos más importantes, al tiempo que una persona muy próxima y comprometida con el Guggenheim, lo que nos hace sentir su pérdida de una manera muy especial».
Vidarte reconoce sentir «especial cariño» por 'La materia del tiempo. «Para mí, constituye un ejemplo magistral de cómo una escultura puede convertirse en lugar de experiencias desde múltiples perspectivas».En su opinión, la obra del artista estadounidense «simboliza mejor que cualquier otra lo que este museo aspira a ser: un espacio para vivir momentos mágicos y disfrutar de obras de arte excepcionales en un contexto arquitectónico único».
Miguel Zugaza, director del Bellas Artes, recuerda que la «fascinante relación» de Richard Serra con la capital vizcaína empezó en 1983, cuando creó la obra 'Bilbao' para una exposición colectiva en el museo del parque. «Le fascinó aquel Bilbao herrumbroso, anterior a las inundaciones. Supo que tenía que crear algo específico». Cuando descubrió la obra de Jorge Oteiza se quedó atónito. «Preguntó quién era ese artista de vanguardia histórica. Y se quedó sorprendido al saber que vivía», recuerda Zugaza.
Txomin Badiola, por entonces profesor de la Facultad de Bellas Artes de la UPV, invitó a Serra a dar una charla y la conexión con los jóvenes artistas fue inmediata. «Todos tenían una sintonía con el trabajo que Serra estaba realizando en Nueva York, se reconocían en la misma genealogía del artista», apunta Zugaza, que en su etapa al frente del Museo del Prado vio frustrado por la crisis su intento de adquirir una obra de Serra para la entrada del Edificio Villanueva.
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