Francisco Griñan
Domingo, 21 de julio 2024, 23:09
Los cuadros tienen casi tanta historia como el coleccionista que los compró, recuperó y protegió. Fechados en la primera mitad del siglo XX, recogen la revolucionaria aportación del arte ruso a las vanguardias que, paradójicamente, no solo fue denostado por el Kremlin, sino también prohibido, ... perseguido y destruido. Desafiando la oficialidad, el chófer de la embajada griega en Moscú, George Costakis (Moscú, 1913-Atenas, 1990), fue coleccionando kilómetros a la vez que atesoraba obras de Malevich, Popova o el represaliado Drevin. «Basura inútil», le decían que acumulaba. Pero su diógenes artístico le hizo rescatar hasta 3.000 piezas que guardó en su apartamento de tres habitaciones. La mayor colección privada de arte de vanguardia de la antigua URSS ha tomado las salas de la antigua Tabacalera de Málaga para mantener vivo el Museo Ruso con una espectacular colección que se exhibirá, al menos, hasta el próximo mes de abril.
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«Es un caso único en la historia del arte moderno. Muchos decían que estaba loco y coleccionaba cosas inútiles y por eso el mundo se quedó tan sorprendido cuando el Guggenheim de Nueva York exhibió su legado en 1981 y se dio cuenta de este capítulo de la historia del arte mundial que había estado oculto y que se preservó gracias a George Costakis», explica María Tsantsanoglou, comisaria de la exposición 'Utopía y vanguardia' del Museo Ruso y directora del Museo de Arte Moderno de Tesalónica (MOMus). Sin este legado, gran parte del patrimonio y la historia del arte ruso del siglo XX habría desaparecido, ya que el coleccionista autodidacta «salvó del olvido y la destrucción» a los artistas que se salieron de la oficialidad impuesta por la política soviética.
La hija de George, Aliki Costakis, presidió junto al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, la presentación de esta exposición. «Mi padre no solo eligió nombres famosos, como Malevich, sino que empezó a coleccionar de todo, comenzando por las mujeres y los represaliados», expuso Aliki, que recordó que esta colección comenzó tras la II Guerra Civil cuando su progenitor quedó impresionado por una obra vanguardista de Olga Rozanova que no se parecía a nada de lo que había visto hasta entonces.
Tras la instauración del régimen soviético, buena parte de las colecciones de familias nobles o burguesas fueron adquiridas a precios de ganga por miembros de los cuerpos diplomáticos en Moscú, un ambiente en el que también aprendió a valorar el arte el conductor George Costakis que acompañaba a sus pasajeros cuando visitaban anticuarios. «Algunas obras estaban escondidas o prohibidas, por lo que hizo una labor casi de detective», recuerda su hija. Desafió los vetos del régimen soviético comprando piezas que nadie quería o que estaban malditas, pero en las que veía una calidad artística que había que preservar. Fue así como el conductor fue haciendo carrera en el escalafón diplomático, aunque muchos lo consideraban un excéntrico. «Entre los círculos de coleccionistas en Moscú me gané el apodo nada halagador del 'griego loco'. Se me tenía por alguien que juntaba basura inutil», llegó a contar el propio George Costakis.
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Su apartamento se convirtió en un museo de arte moderno no oficial, por donde pasaron mandatarios y políticos que visitaban Moscú, como el senador Edward Kennedy, cuyo retrato con el 'griego loco' preside la estancia que se ha recreado en el Museo Ruso y que reproduce la vivienda en la que colgó y guardó sus 3.000 obras. A la muerte de su propietario la colección se repartió entre el Gobierno ruso y el Estado griego, que acabó adquiriendo 1.277 óleos, esculturas y dibujos para el MOMus.
Una tercera parte de estas últimas, 470 obras, ocupan las salas de la exposición permanente del museo malagueño, donde cuelgan piezas de Kazimir Malevich, Liubov Popova, Nadezhda Udaltsova, Elma Guro, Olga Rozanova, Ivan Kliun, Gustav Klucis, Mikhail Larionov y Pavel Filonov, entre otros. La muestra incluye más de un centenar de objetos y libros que permiten conocer de forma exhaustiva el desarrollo de las vanguardias rusas del siglo XX, desde el simbolismo y el postimpresionismo hasta el suprematismo y el constructivismo, incluso el arte analítico y las caricaturas y dibujos políticos que combatieron desde la retaguardia contra el bando alemán durante la I Guerra Mundial.
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Cuando ya se han cumplido dos años de la devolución a San Petersburgo de la colección depositada en Málaga tras desencadenarse la guerra de Ucrania, el Museo Ruso se mantiene vivo y fiel a su espíritu de fundación con colecciones privadas de arte, pero sin fondos propios. El alcalde ha animado a la pinacoteca griega a prolongar más de los diez meses previstos la permanencia del legado de Costakis en Málaga, donde se espera que el final del conflicto despeje el futuro de este gran espacio expositivo.
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