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Muere Agustín Ibarrola

La necesidad de pintar el mundo

Miguel Zugaza

Director del Museo de Bellas Artes de Bilbao

Sábado, 18 de noviembre 2023, 00:51

Tengo aún muy vivo el recuerdo de un encuentro con Agustín Ibarrola, una mañana soleada con Mari Luz y su gran amigo Vela del Campo. Pasaban por Madrid y, como era costumbre, terminaban con una visita al Prado. La forma de agradecer su lealtad fue ... ofrecerle la oportunidad de subir al taller de restauración, auténtica cámara del tesoro del museo. Allí, la mirada inquieta del artista se fue iluminando al contacto de la belleza y, al mismo tiempo, de la extrema fragilidad del arte. Entre cuadro y cuadro, sin marcos, viendo sus traseras y el milagro de la superficie pintada, me imaginé a nuestro pintor en el bosque, en aquel maravilloso lugar donde realizó la obra postrera y definitiva de toda su carrera.

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Hace pocos días, hemos tenido la oportunidad de volver a Oma y reencontrarnos con las formas que imaginó y pintó Ibarrola en ese gran lienzo en blanco que le ofrecía la naturaleza, trasladadas ahora con extraordinario rigor y autenticidad por los responsables de ese magnífico legado. Me imaginé entonces de nuevo a Agustín como en el taller de restauración del Prado, asimilando la condición frágil de la naturaleza, entre árbol y árbol, plenamente consciente, al mismo tiempo, de esa habilidad fascinante del ser humano por representar el mundo, alguno de cuyos primeros testimonios se conservan en la vecina cueva de Santimamiñe.

Creo que el conjunto de la obra de Agustín Ibarrola responde a esa necesidad primordial de representar el mundo, de dibujarlo, pintarlo o esculpirlo incesantemente. Una inclinación natural que en su caso se refuerza con la firme convicción de que las formas creadas tienen que servir a la sociedad para denunciar, para ayudarnos a conocer el mundo o simplemente para hacernos conscientes de nuestra propia vulnerabilidad.

El arte, su fragilidad, es la de la propia condición humana convertida por Ibarrola en el centro de su trabajo. La magistral capacidad de representación de lo individual y de lo colectivo es una de las grandes conquistas de su arte. Lo vemos con una gran verdad en cada una de las humildes estampas creadas para compartirlas con la sociedad, fuera del mercado y con el alto ideal impreso en ellas para la transformación y el progreso social. Un arte, a la postre, nacido de las sombras más siniestras de nuestra historia contemporánea y donde se aglutinan las fuerzas que iluminan el discurrir del futuro.

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La vanguardia de Ibarrola significa, finalmente, un doble compromiso con la realidad y con el arte, entre la figuración y la abstracción, entre la radicalidad del paisaje urbano y fabril y la naturaleza. Fondo y forma, donde ahora se fuga la presencia del hombre, dejando una inmensa obra para reconocer el extraordinario paisaje donde por primera vez los árboles nos dejan ver el bosque.

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