Agustín, el compromiso y el descapotable

Ibarrola estaba entonces encarcelado en Burgos por luchar contra la dictadura franquista y por sus compromisos con una sociedad más libre.

Plaza Moyua, casi cuarenta años después, sobre el año 2000. En un semáforo junto a la desaparecida tienda de Loewe, Mari Luz y Agustín van del brazo y esperan para cruzar la acera. Al lado, unas señoras muy preparadas, como recién salidas de la peluquería y de alto pedigrí, les gritan de forma ostensiblemente despectiva: «¡Ibarrola español!». Agustín mira a Argitzu y sonríen sus ojos vivaces como respuesta a aquellas brujas nacionalistas a las que las hiere todavía más en su existir.

Toda una vida de Agustín llena de actividad creativa y compromiso dan para muchas anécdotas que no cabrían aquí y que de alguna manera dan significado a este país.

En estos tiempos, hoy mismo, cuando el compromiso político y la responsabilidad social saltan por los aires, donde todo es lo que me convenga a mí, donde se firma cualquier cosa en cualquier papel, la figura de Agustín cobra relevancia como muestra de ejemplar comportamiento social y artístico.

Su lucha contra la dictadura franquista y el terrorismo de ETA nunca le impidieron tener una mirada humana y una sonrisa que te hacía sentir algo grande. Era un ser muy generoso. Bilbaíno, sin todavía una escultura pública en su ciudad, ilustre sin documento ni falta que hacía, artista de reconocimiento mundial, buen esposo y padre y gran amigo de sus amigos.

El artista de los espacios, curvas, murales, telas, árboles, diques, piedras.... Hoy también pinta el cielo.