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Gertrud Goldschmidt (Hamburgo, 1912- Caracas, 1994) comenzó a hacer arte con tiralíneas, compás y tinta negra. Tiene una explicación. Había estudiado arquitectura e ingeniería en ... Alemania, su país natal. Y además, el movimiento de la abstracción geométrica había cuajado en su país de adopción, Venezuela, al que había huido con su familia por la persecución a los judíos del régimen nazi.
De los dibujos pasó las esculturas con varillas de metal, cruzadas de un modo que a la vista parecen vibrar y moverse. Y de ahí se desplazó a unas piezas escultóricas de geometría poética, de líneas muy finas, que dan como su resultado un arte casi transparente: justo lo que perseguía.
Esta historia de casi cinco décadas es la que cuenta la exposición del Guggenheim 'Gego. Midiendo el infinito', que procede de la casa matriz en Nueva York. Gego viene de Gertrud Goldschmidt y esa contradicción entre lo medido y lo que no tiene medida procede de un verso que el poeta venezolano Alfredo Silva Estrada le dedicó a la artista haciéndole justicia. Cada parte de las complejas composiciones se relaciona con las demás con unas proporciones determinadas y a la vez el conjunto apunta hacia un más allá de su materialidad, hacia su transparencia.
La muestra consta de unos 150 testimonios artísticos de la vida de Gego, sus obras en metal, sus grabados, sus textiles hechos con cuerda, sus libros de artista y sus cuadros. Patrocinada por Seguros Bilbao, la exposición está comisariada por Geaninne Gutiérrez-Guimaraes, que subrayó la importancia de los vacíos entre las líneas de las varillas metálicas. Son ellos los que le dan la cualidad transparente a su escultura con el fin de «hacer visible lo invisible», según las palabras de la artista recogidas en el catálogo.
Chorros, troncos, esferas
En la presentación, el director general del museo, Juan Ignacio Vidarte, recordó las anteriores exposiciones de la brasileña Lygia Clark y del venezolano Jesús Rafael Soto. Ambos trabajaron en la misma época que Gego y lo hicieron también dentro del arte abstracto, o cinético en el segundo caso, igual que la creadora cuya obra se expone ahora en el Guggenheim.
En este periodo se centra la primera parte de la muestra, compuesta por sus trabajos entre 1957 y 1967, y ubicada en la planta baja del museo. En el siguiente capítulo, se recoge su faceta como grabadora, fruto de sus visitas al taller Tamarind de Los Ángeles. Aparte de que el grabado atravesaba en Estados Unidos una época de renovación, a Gego le permitió cambiar de figuras, de las líneas paralelas en metal que producían la ilusión de vibración y movimiento, a las retículas, las líneas dispuestas en forma de red.
Este viraje le llevó a sus siguientes series de esculturas, los 'chorros', los 'troncos' y las 'esferas'. Suspendidas del techo, ocupan el área central de la sala del Guggenheim donde se celebra la exposición. Gracias a la finura de las varillas, y al espacio vacío que se crea entre ellas, se cumple el deseo de Gego de que se vieran igual con independencia a la posición del espectador. También unas se ven a través de otras según donde se ponga el ojo. Es lo que quería Gego, según explicó la comisaria Gutiérrez-Guimaraes, que definió las piezas, fechadas entre 1969 y 1988 como «etéreas, poéticas y elegantes en sus geometrías».
De trenzar retículas de metal, pasó a hacer lo mismo con hebras y cuerdas para fabricar con sus manos alfombras y tapices, como el que el cuelga en el museo. Con sus sogas de diferente grosor, consigue relieves que le acercan a la escultura y le meten dentro de ese arte textil que ahora está tan en boga. Gego contaba como precedente el taller de diseño, lámparas y alfombras que abrió en la Venezuela de los años cuarenta, cuando se afianzó su integración en su nuevo país. De otra manera, volvió al escenario del taller décadas después.
Bichos y otras figuras
En la última parte, la artista avanza en sus líneas cada vez más torcidas, realizadas con alambres reciclados y mallas que desembocan en pequeñas esculturas colgadas de la pared. Con los años, su obra se hace más emocional, más temperamental, más cercana. Insinúa figuras de forma más evidente y se aleja de la abstracción radical de los primeros años, una etapa que culmina con la serie de los 'Bichos'. En ella «se libera de la figuración manteniendo la retícula y la transparencia», en palabras de la comisaria.
La muestra de Gego fortalece la vertiente del Guggenheim sobre el arte latinoamericano de vanguardia. Merece la visita porque supone un descubrimiento poder ver de cerca una obra que quizá se conociera por los libros pero no tanto 'en directo'.
Es la segunda exposición en España de la venezolana, después de la realizada por el MACBA de Barcelona en 2016. En el museo barcelonés la familia depositó parte del legado de la artista, con esculturas que ahora se pueden ver en Bilbao.
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