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Habría que convocar una sesión de espiritismo para saber cómo se sentiría Hilma af Klint (Estocolmo, 1862-1944) al ver que, 80 años después de su muerte, uno de los museos más importantes del mundo, el Guggenheim Bilbao, le dedica una gran muestra, en respuesta al entusiasmo que ha generado en los últimos tiempos el descubrimiento tanto de su obra como de la historia de su vida. Ella pidió esconder hasta dos décadas después de su fallecimiento (sucedió en accidente de tráfico) algunas de sus obras, las más rupturistas, y lo eran mucho, pues se trata de una auténtica pionera del arte abstracto, anterior con sus propuestas a artistas de la talla de Kandinski o Malévich. Ante la incomprensión recibida por algunos de sus dibujos y pinturas, donde entre otras cosas mezclaba su afición y dedicación al espiritismo con su interés por hallazgos científicos como el átomo, las guardó marcadas con una X, a la espera de una sociedad que entendiera lo que quería decir y cómo lo expresaba.
Seguramente se extrañaría de que las sesiones de espiritismo que tanto éxito tuvieron en los círculos artísticos a finales del siglo XIX y principios del XX y que ella misma presidía fueran hoy día mucho más incomprendidas que sus obras, 193 de las cuales cuelgan desde este jueves y hasta el 2 de febrero de 2025 de las paredes de unas cuantas salas del edificio de titanio. Patrocinada por Iberdrola con la colaboración de la Fundación que lleva el nombre de la artista, esta enorme compilación de piezas se centra especialmente en una serie llamada 'Pinturas para el templo', a las que dedicó una década, en su «empeño radical por encontrar expresión visual a una realidad espiritual y trascendente más allá del mundo observable». Las creó para ser exhibidas en un edificio con forma helicoidal que nunca llegó a construirse pero que hoy reciben un lugar privilegiado en Guggenheim, que se convierte así en «un templo para su arte», en palabras de Rafael Orbegozo, patrono de la institución y responsable de la colección de arte de la Fundación Iberdrola.
La exhibición recoge el espíritu de otra similar llevada a cabo por el Guggenheim de Nueva York en 2018, pero ampliada, pues la figura de Af Klint sigue siendo descubierta día a día en investigaciones de los historiadores del arte para su propio disfrute, como dijo la comisaria Lucía Agirre, responsable de esta muestra junto a Tracey R. Bashkoff, curadora de aquella exposición en Estados Unidos.
En la inauguración también participó Juan Ignacio Vidarte, quien recordó que hace tres años el museo que él dirige ya expuso siete obras de la artista en una muestra dedicada a mujeres, e insistió en «el reconocimiento que supone, casi un siglo después, la organización de esta exhibición de la pionera de la abstracción moderna».
En sus inicios, la artista pintó mucha obra figurativa, pero sus conexiones cercanas con la espiritualidad, descubrimientos científicos señalados como el del electrón e incluso el conocimiento de la Teoría de la Evolución de Darwin, provocaron en Af Klint una evolución hacia un mundo más abstracto. Nacida en una familia de la nobleza por méritos castrenses, Hilma af Klint recibió formación y educación. Su padre, comandante naval, fue instructor de astronomía, navegación y matemáticas, y pertenecía a una estirpe de cartógrafos. Todo esto quedó patente en muchas de sus obras, que muestran sus conocimientos en estas disciplinas, negadas para muchas mujeres de su época. Además, pudo acceder a la formación artística tradicional que ofrecía la Real Academia Sueca de Bellas Artes, una de las primeras instituciones en permitir a las mujeres dibujar a partir de un modelo vivo«.
En aquella época estaba muy en boga el espiritismo, al que se entregó la artista en combinación con sus intereses por la ciencia, que lejos de colisionar, para ella eran una especie de ying y yang. Sus obras están llenas de dualidades, cisne negro y blanco, el amarillo para el hombre y el azul para la mujer que al mezclarse hacen el verde... Junto a cuatro mujeres -Anna Cassel, Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman y Mathilda Nilsson-, conformó en 1896 el grupo artístico llamado 'Las Cinco', con las que participaba en sesiones para contactar con espíritus. De hecho, la colección incluye obras y cuadernos garabateados con escritura y dibujos automáticos.
«Af Klint tiene la convicción de que Las Cinco han recibido un encargo de los espíritus de realizar las 'Pinturas para el templo', y en 1906 empieza a trabajar en la primera serie de este ciclo, denominada WU/ Rosa, donde la letra W representa la materia y la U el espíritu, siendo WU la dualidad. Sus cuadernos revelan que las letras tienen multiplicidad de significados para la artista», explicaron las comisarias de la exposición, que señalaron también la conexión ideológica de la artista «con el rosacrucismo, una orden secreta vinculada al conocimiento esotérico de los alquimistas fundada en el siglo XVII por cristianos opuestos al rígido dogma de la iglesia de su época. Además, la pintora se había unido a la Sociedad Teosófica, movimiento fundado en Nueva York que busca el conocimiento de una realidad espiritual más profunda a través de la intuición, la meditación y otros medios de trascender la conciencia humana». Todo ello acabó por conformar la peculiar visión artistica de Hilma Af Klint.
Vidarte fue interpelado en la rueda de prensa de presentación de la muestra de Af Klint sobre la convocatoria de una manifestación para el sábado contra el proyecto de Urdaibai y sobre la decisión del Gobierno vasco de paralizar las obras de construcción de una senda de acceso al futuro museo en Murueta: «No tengo nada que decir sobre la manifestación. Y sobre la decisión del Gobierno vasco, he conocido la noticia hoy por el periódico así que no conozco los detalles y no tengo nada que decir». También fue preguntado por la fecha en la que se conocerá el nombre de su sucesor al frente del museo: «No hay una fecha marcada, es un proceso que está en marcha». Respecto a los aspirantes, desveló que «hay candidaturas muy amplias, afortunadamente, de mujeres y hombres del País Vasco, de España y de fuera de España también».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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