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Juan Luis Goenaga retratado por Antton Elizegi en 1974.
De cómo Goenaga trasladó el terrorífico universo de Lovecraft al mundo rural vasco

De cómo Goenaga trasladó el terrorífico universo de Lovecraft al mundo rural vasco

Un libro editado por el Bellas Artes muestra las fotos tomadas por el artista sobre sus obras de 'land art' cuando se recluyó en su caserío de Alkiza en los 70: «Ando en el monte, pero no me busquéis»

Viernes, 21 de marzo 2025, 13:15

Hay fotos de sus recorridos por el monte y del interior de su caserío, huellas de palos, cuerdas, piedras que alguien (él) colocó como marcas, señuelos, avisos, y que bien podrían haber inspirado un relato de Lovecraft, su autor favorito, o las secuencias de 'El proyecto de la bruja de Blair', aquel éxito del cine independiente de 1999. Las brujas formaban parte del mundo de Juan Luis Goenaga, de ello habla el escritor y antropólogo Joseba Zulaika, que convivió con Goenaga un mes de 1975 en su caserío de Alkiza, donde se aisló del mundo en la primera mitad de aquella década: «El mundo de la magia era para nosotros muy real en Alkiza. El imaginario de las brujas nos resultaba cotidiano, sus relatos, sus rituales, los juicios a los que las sometieron. Juan Luis estaba fascinado por la historia de las herejes de Durango; la cultura comunitaria del mundo de las brujas, previa al mundo cristiano...».

Mucho más que esto relata Zulaika en el ensayo 'Yo no he pintado este cuadro. Un mes con Goenaga en Alkiza', incluido en el libro editado por el Bellas Artes de Bilbao sobre la actividad del artista entre 1971 y 1976. Imprescindible ha sido la ardua investigación del historiador del arte Mikel Lertxundi Galiana (departamento de Archivo y Documentación del museo), que permaneció durante años cerca del pintor y de su familia y aporta el texto 'Un lustro de asombros cotidianos'. El lujoso volumen cuenta con cerca de 300 fotos, numerosos ejemplos de las instantáneas tomadas por el artista dentro de su etapa próxima al 'land art', además de obras pictóricas y retratos de él en solitario y también con colegas y amigos.

Fue presentado ayer en el espacio Tabakalera de San Sebastián –con la asistencia de su consejera delegada, Edurne Ormazabal– por el director del museo bilbaíno, Miguel Zugaza, Lertxundi y Zulaika, además del presidente de Petronor (y vocal del Patronato del museo) Emiliano López Atxurra, y de Bárbara y Telmo Goenaga, hijos del artista. Los textos pueden leerse en castellano, euskera e inglés.

Sin título, 1973. Goenaga

El escrito de Zulaika no tiene desperdicio y muestra la fructífera convivencia de ambos. Lo cuenta así: «Se lo oí decir más de una vez: 'Yo no he pintado ese cuadro'. Lo decía ante el cuadro que acababa de pintar la noche anterior. No era una provocación, ni una hipérbole ni nada parecido. Me miraba para ver mi reacción, para asegurarse de lo que me decía era justamente eso. Y nos quedábamos en silencio mirando el cuadro. Llevaba un sombrero negro de ala ancha. Yo veía en él a George Harrison, el de la portada del disco 'All Things Must Pass'. (...) Decir que Goenaga pintaba de noche en estado de trance es decir poco. Trabajaba como poseído por una fuerza frenética. Su estándar eran grandes cuadros de 113x145 cm. que a veces terminaba en una noche. Su intensidad llegaba al máximo en las noches de luna llena».

El antropólogo y escritor detectaba en su amigo la doctrina de Rimbaud, por la que el artista debe convertirse en vidente, forzando sus sentidos hasta quedar fuera de sí: «La creación, la pasión, el sufrimiento, el delirio, todo era uno. En el hospital, en sus últimas horas, bajo los efectos de la medicación, Goenaga confesó: 'Estoy feliz, porque, por primera vez, mi mente y mis ideas se han detenido y porque al fin estoy tranquilo'». Zulaika contestaba a su propia pregunta: Si Juan Luis no ha pintado el cuadro, ¿quién lo ha hecho?: «Eran las 'fuerzas' que lo habían creado, fuerzas que venían del suelo y a través de los pies desnudos, ascendiendo por el cuerpo de Juan Luis hasta llegar a su mano».

Sin título, 1973. Goenaga

Inquietantes presencias

Lertxundi explica en el libro la relación del trabajo del artista con las obras de Richard Long, y la frenética actividad de Goenaga en el entorno de su caserío: «Traza líneas con cal y alinea cuerdas sobre senderos, o acompasa manojos de hierba y montones de piedra sobre calzadas, para de este modo evidenciar la permanencia del tránsito. Esta voluntad de revelar lo invisible se expresa igualmente en otras series de fotografías en las que demuestra una intención cinética; en las que los elementos que instala sobre el paisaje –palos, piedras, cuerdas– parecen ser desplazados y agitados por fuerzas telúricas o seres del bosque».

Destaca el historiador del arte que «lo mágico y lo terrorífico» se encuentran también en otras series de fotos del interior del caserío, en las que recrea «inquietantes presencias que parecen acechar a sus habitantes con nocturnidad. Extrañas criaturas-palo se cuelan a través de la gatera para recorrer el zaguán y comenzar a subir las escaleras, y diminutos espectros danzan en una estancia añeja, en lo que parece un trasvase de los universos de Lovecraft al mundo rural vasco». «La figura de Goenaga era la de un chamán salvaje caminando por el monte», añade Zulaika.

Sin título, 1973. Goenaga

Ritual para evitar la mili

En el texto que da forma al libro, Zulaika comparte el delirante momento en el que el pintor le ayuda a librarse de la mili a través de un ritual: «Le expliqué que tenía la intención de hacerme pasar por loco para librarme. Me ofreció una ayuda especial: todos los días subiría al monte Herniozabal, de Alkiza, para hacer un conjuro a mi favor. El ritual salió bien, y me libré de la mili. Las 'fuerzas' no eran una simple metáfora para nosotros».

Del álbum 'Registro de intervenciones land art' 1971. Goenaga

Pero todo tiene un final, y aquel mes de convivencia terminó de manera abrupta, aunque la relación seguiría a través del tiempo. Sucedió al amanecer, cuando Goenaga llegaba a casa después de sus andanzas nocturnas por el bosque y el escritor aún descansaba en su habitación del segundo piso: «De repente, oí unos ruidos tremendos en la planta baja. Abrí la puerta alarmado, y vi a Juan Luis fuera de sí, rompiendo a palos una 'kutxa' (cajas con las que conformaba algunas de sus obras añadiendo materiales). 'Qué pasa, Juan Luis?'. 'No puedo soportar más esa música tuya' (Zulaika solía pinchar discos de Bob Dylan, Janis Joplin, Leonard Cohen, The Who, King Crimson...). 'Conforme, tranquilo, hoy mismo me iré'. Me pareció normal que prefiriera estar solo; tenía que desprenderse de todo lo que era un estorbo para su trabajo. Seguimos siendo amigos, por supuesto. Siempre sería para mí el artista heroico admirado». ¿Nadie ha pensado en rodar un 'biopic' con todo esto?

'Autorretrato en Alkiza, 1973'. Goenaga
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