![Así era el rompedor proyecto de Sabin Etxea de Néstor Basterretxea](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/02/23/nestor-basterretxea3-kENE-U2101619304279MUB-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924. Hondarribia, 2014) se marchó de Euskadi siendo un crío en 1936 y tras pasar por Francia dio sus primeros pasos artísticos en Argentina como dibujante publicitario. Cuando regresó a España en 1952 era un hombre casado y con una vocación artística ... que profundizó en múltiples ámbitos: escultor, pintor, cineasta, estudioso de la antropología cultural vasca, fotógrafo, publicista, diseñador y decorador.
El Museo de Bellas Artes de Bilbao encierra en cinco salas hasta el 26 de mayo la faceta de Basterretxea como diseñador industrial y arquitecto. Lo de 'arquitecto' entre comillas, claro, porque nunca pudo hacer realidad su sueño de serlo y los proyectos los firmaba con su hermano pequeño Ander, que sí lo era. La muestra del artista bermeano en el centenario de su nacimiento sirve de adelanto a los nuevos espacios expositivos del Bellas Artes tras su ampliación, que reservarán 900 metros cuadrados para el diseño y la arquitectura, según adelanta su director, Miguel Zugaza.
En Basterretxea convivían el artista idealista y el empresario pragmático. El visionario que ideó sobre el papel y en maquetas arquitecturas fabulosas, casi imposibles de llevar a la práctica, y el director artístico de la empresa de muebles de Irún Biok, que manufacturaba diseños de primer nivel que hoy todavía lucen esplendorosos. Como la majestuosa mesa de despacho Bermeo, casi un subyugante cuadro de mando de la nave Enterprise en madera maciza de sipo (una caoba guineana), que remite asimismo a la proa de un barco.
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Dan ganas de sentarse en las butacas y el sofá Orio, cuyas patas recuerdan a los enganches de los remos en las traineras. El armazón curvo queda oculto, por lo que puede fabricarse de manera económica. Y basta un cilindro acolchado como cómodo respaldo. El autor de la butaca Kurpilla era el mismo que en 1985 respondió a la petición del rector de la Universidad de Deusto para que le diseñara una biblioteca con una suerte de nave espacial mitad búnker, mitad base submarina, que podía albergar un millón de volúmenes. «Quedó entusiasmado de la maqueta, pero nunca más le vi», escribe Basterretxea en una nota expuesta.
El proyecto de Sabin Etxea a partir de una escultura de su amigo Jorge Oteiza, un museo de las ciencias en la central de Lemoiz o un centro de congresos en el Kursaal que remite a las Torres Blancas de Sáenz de Oiza son algunas de las «volumetrías arquitectónicas» que nunca llegaron a ver la luz. La labor casi detectivesca de los comisarios Peio Aguirre ,Pedro Feduchi y Pedro Reula sí ha reconstruido la aventura creativa y empresarial de Basterretxea iniciada de la mano del empresario Juan Huarte, hijo de Félix Huarte, uno de los constructores y mecenas más importantes en la España de los 50 y 60.
Basterretxea y Oteiza diseñaron el interior del piso en la Castellana de Juan Huarte antes de instalarse en su casa-taller en Irún, que ahora se trata de restaurar tras años como bar de carretera y prostíbulo. Después vendrán la tienda Espiral de San Sebastián y Muebles Biok, que de la mano del empresario guipuzcoano José Gabriel Susperregui compitió en el campo del diseño internacional con «colecciones espectaculares, de primer orden», según califican los comisarios. Basterretxea se sirve de las formas orgánicas en muebles que demuestran la mirada abierta del artista a la modernidad de los países escandinavos, Japón e Italia. Un bellísimo cenicero, el atemporal diván Biok o un original ajedrez en madera que se extiende como una ciudad demuestran en la exposición su genio como diseñador.
«Néstor Basterretxea era un titán lleno de fuerza y valor», alaba Pedro Feduchi. «Al mismo tiempo tenía una personalidad pragmática y práctica, vivía en el mundo, y eso seguramente se debía a sus años en el exilio». El mismo artista que diseñaba un práctico mueble bar en el que sentarse a tomar una copa y rodaba un cortometraje con fines publicitarios soñaba con convertir una 'argizaiola' (escultura de la serie cosmogónica vasca que el artista donó al museo bilbaíno) en un museo habitable para sus obras.
Un dibujo enmarcado da la bienvenida a la exposición. Es una silla que parece espatarrarse en el suelo. «La pobre silla estaba tan cansada que decidió sentarse», escribe un irónico Néstor Basterretxea, que a los 22 años ya tenía claro que los objetos podían ser artísticos y hacer más fácil la vida a la gente. «El diseño industrial me acerca mucho a las gentes», sostenía. «¿No es apasionante esta superación del área estética y particular hacia es otra del servicio al prójimo, de hermandad? Que todos vivan mejor y que yo me preocupe de hacer lo que pueda en este sentido».
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