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Madera y muros de piedra con raíces ancestrales. Una casa o un caserío como espejo en el que mirar y distinguir los orígenes conceptuales de ... Eduardo Chillida. También un espacio o un parque, la actual Chillida Leku, como lugar de encuentro para celebrar la imbricación de naturaleza y arte, de inspiración y creación. Pues sí, la relación emotiva del caserío Zabalaga con el escultor donostiarra se detalla en el libro 'Chillida Leku. Una historia de la finca Zabalaga' (Ed. La Fábrica), escrito por el arquitecto Joaquín Montero, colaborador fundamental del artista en la instalación de sus obras o en la concepción espacial de sus exposiciones, pero sobre todo cómplice necesario del escultor en aquel sueño rehabilitador de Zabalaga o en la conformación de un espacio singular que hoy alberga en su realidad arte y memoria. Porque Zabalaga fue el proyecto personal de Chillida y de Pilar Belzunce -partícipe omnipresente en el trabajo del primero y también determinante en la idea de vincular el espacio con su obra escultórica-, como sueño lejano de un legado de vida entregada apasionadamente a la creación artística. Montero pormenoriza en su libro los pasos de ese sueño, el largo proceso de regeneración constructiva y espacial, la emocionante conexión de la obra de Chillida con el espacio interior y el vacío de Zabalaga. Piedra, madera, raíces, materialidad, naturaleza y lugares en los que las obras, las esculturas, encuentran su acomodo en el espacio y en la memoria.

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